"No. Debes. Comer. No. Debes. Comer. No. Debes. Comer. No. Debes. Comer. No. Debes. Comer. No. Debes. Comer. No. Debes. Comer. No. Debes. Comer."
Esto es lo que Lia se repite una y otra vez cuando el hambre es más poderoso que su fuerza de voluntad. Porque no debe comer, porque no se lo merece, porque debe ser la más delgada. Pero en medio de esa lucha interna está Cassie, su mejor amiga, que acaba de ser encontrada en un hotelucho de mala muerte sin vida. Lia piensa que podría haberlo evitado si hubiera descolgado cualquiera de las treinta y tres de llamadas que Cassie le hizo la pasada medianoche. Pero no-lo-hizo.
Frío no sigue el típico esquema de planteamiento-desarrollo-desenlace. A medida que vamos pasando páginas, Lia va saltando del presente al pasado, rememorando escenas significativas para ella y para que podamos comprender cómo ha llegado a estar tan obsesionada por alcanzar metas tan peligrosas como la de su Objetivo Número Tres: 40 kilos para poder sentirse pura y poder ir con la cabeza bien alta.
Otro de los puntos fuertes de la novela es la manera en que los pensamientos de Lia se reflejan en el texto. Cuando piensa algo que no debe, lo tacha, cuando sus pensamientos son más fuertes que su intinto, podemos encontrarnos con páginas repletas del mantra "No. Debes. Comer", o cuando pierde la conciencia, páginas en blanco. Y la falta de alimento hace que empiece a ver a Cassie en cualquier lado. Todo ello ayuda a que nos metamos más en la piel de Lia y suframos igual que ella.
Con una portada preciosa que retrata perfectamente el título del libro, Frío nos sumergirá en el mundo de la anorexia, en el que "estar delgada" nunca es suficiente.