A Juli le gustan muchas cosas: jugar al aire libre, cuidar de sus gallinas, los proyectos de ciencias, pasar tiempo con su familia, subirse a los árboles (¡sobre todo a su sicómoro!). Y, desde que lo vio llegar a la casa de al lado, le gusta Bryce. Mucho.
A Bryce no le gustan los deberes, ser uno de los «Basket Boys» en el certamen del colegio, la pesada de su hermana mayor, las discusiones entre sus padres ni los cambios bruscos en su vida. Y, por encima de todo, no le gusta Juli. Nada.
Ambos tenían siete años cuando se conocieron: para Juli, él era el vecino que llevaba años esperando, un amigo de su edad con el que jugar. Así que no dudó en plantarse en la casa de los Loski en cuanto se instalaron. No contaba con que, para Bryce, la mudanza había puesto su mundo patas arriba y lo que menos necesitaba en ese momento era lidiar con tal huracán.
A lo largo de los años, Juli se convierte en la sombra de Bryce, quien intenta esconderse de ella. No quiere herir sus sentimientos, pero no la aguanta, porque Juli rebosa emociones y nada la frena. A su lado, la vida da giros de 180 grados, y a Bryce le da miedo lo que se sale de sus esquemas.
Flipped narra casi una década de... ¿amistad? Según a quién le preguntes. Wendelin van Draanen sabe que las historias de dos siempre tienen una versión por cada parte, de modo que narra cada episodio desde las dos perspectivas, la de Juli y la de Bryce. Lejos de resultar repetitivo, este recurso consigue que empaticemos con ambos, observemos los factores que median en una relación y comprendamos cómo los detalles pueden dar la vuelta a la historia. Y que cada persona damos significados distintos a las mismas vivencias.
¿Dos historias en una? ¿O una historia en dos? La sencillez de Flipped nos dice que incluso las historias más mundanas son dignas de ser contadas, porque lo que importa es cómo se cuenten.