En el siglo XXIV, los bomberos no apagan fuegos; su trabajo es encenderlos. Los libros están prohibidos, y cuando descubren a alguien que esconde algunos ejemplares, queman su casa hasta los cimientos. 451 grados Fahrenheit: la temperatura a la que arde el papel.
Guy Montag es un bombero que ama su trabajo. No podemos decir que es un hombre feliz, porque eso es algo que jamás se ha preguntado a sí mismo. Pensar está mal visto y la gente ha olvidado lo que es charlar, pasear, contemplar la naturaleza… Todos emplean el tiempo libre en actividades que liberan adrenalina o en ver la tele. Montag es una oveja más en este rebaño hasta que conoce a Clarisse, una adolescente que le hace muchas preguntas y, lo que es más importante, hace que él mismo empiece a cuestionárselo todo.
Estamos ante una de las distopías más famosas de todos los tiempos. Al igual que 1984, de George Orwell, presenta un futuro deprimente en el que el autor refleja sus miedos. En este caso, los temas principales son la censura, la importancia del conocimiento y el avance imparable de los medios audiovisuales. Hay que tener en cuenta que la novela fue escrita a principios de los años 50, cuando la televisión llegó a los hogares estadounidenses. Cada lector decidirá lo plausible que le resulta este futuro, pero lo que es innegable es que te hace pensar sobre la importancia de la lectura, la reflexión y la conversación.
Fahrenheit 451 es una novela corta, de ritmo ágil, en la que hay suspense y acción. Una obra de la que Ray Bradbury se sentía tan orgulloso que pidió que pusieran en su epitafio: «Autor de Fahrenheit 451».