«Y sin importar adonde fuese, yo jamás volvería a casa. Porque mi casa era un barco que estaba en el fondo del mar, donde dormían los huesos de mi madre».
Fable lleva cuatro años (desde los catorce) en Jeval, sobreviviendo a duras penas, desde que su padre, el comerciante más poderoso de los Estrechos, la abandonase en la playa tras la muerte de su madre.
Ahora, le queda poco para conseguir el dinero suficiente para costearse el pasaje con Wes —el muchacho al que vende el «piropo» que recoge de las profundidades del mar— que la lleve a través de los Estrechos hasta Ceros. Saint, su padre, le prometió que, si lograba regresar, la recompensaría con aquello que le pertenecía.
Pero en los Estrechos existen aún más peligros que en Jeval, la isla de ladrones que, durante estos largos cuatro años, ha sido lo más similar a un hogar para Fable.
Fable es una novela (ya la segunda primera parte, junto con Después del deshielo, que publica Puck de la autora) atravesada por la idea de encontrar un lugar propio. A bordo del Marigold, la joven hallará lo más parecido a una familia.
La prosa de Adrienne Young es lo más notable —y la estupenda traducción de Guiomar Manso no hace otra cosa que elevarla—, aunque hay veces que la autora se excede y llega a pecar de aportar demasiada información dentro de la narración con el propósito de aportar verosimilitud. Por eso mismo y por lo anecdótico de algunas escenas, el ritmo de la novela es bastante lento.
La ambientación, precisamente por todo ese detallismo que mencionamos, es una de las más conseguidas en lo que a aventuras marítimas se refiere. El romance, sin embargo, habrá a quienes sí les parezca realista o necesario, aunque nosotros no nos contamos entre ellos.
Medianoche, la conclusión de la bilogía, está a la vuelta de la esquina, como también lo está la visita a España de su autora y la publicación de una precuela de la saga en inglés, Saint, que como su título indica contará la historia del padre de Fable.