Khosrou se sitúa frente a su clase de Oklahoma para contar la historia de su vida, el relato de cómo tuvo que huir de Irán junto a su madre y su hermana y solicitar asilo en Estados Unidos como refugiado político.
Pero Khosrou ―o Daniel, como lo conocen sus compañeros estadounidenses― es un buen tejedor de historias y, para llegar al término de su relato, tendrá que perderse en los recuerdos y detalles, en su estancia en un campamento de refugiados en Italia o su paso por Dubái, en el único recuerdo de su abuelo, el río de sangre derramada de un toro sacrificado para él.
Al igual que Sherezade en Las mil y una noches, Daniel aspira a tejer una bella alfombra que cuente a sus compañeros la longeva historia de su pueblo y de sus ancestros, de su cultura. Pero, cuando trata de hacerlo en un idioma que no es el suyo, la bella alfombra se convierte en una colcha de retales.
Daniel Nayeri, autor, editor y guionista, narra su propia historia en Everything Sad is Untrue, un libro cuya escritura le ha llevado la mayor parte de su vida adulta y que le ha valido el más alto reconocimiento de la literatura juvenil estadounidense: el Michael L. Printz. Además, es el título con el que se inauguraba el sello Levine Querido, dedicado a la narrativa own voices.
La historia de Khosrou, como la de muchos inmigrantes de primera generación, está llena de vicisitudes: en sus páginas habla de maltrato, de bullying, de desarraigo. Como conocedor de dos culturas, pone en balanza la herencia de su país y la experiencia de llegar a Oklahoma con ocho años. Tiene pasajes de profundo dolor, confesiones en las que se ve la crueldad de la infancia, pero también otros donde brillan la bondad y generosidad de extraños.
El arte de contar historias y la fantasía son una forma de narrar la supervivencia diaria, pero no a través de un tono serio y testimonial, sino partiendo del caótico y divertido imaginario de un niño de ocho años: viaja de lo solemne a lo divertido, de lo trágico a lo cotidiano, de lo soez a lo elocuente.
La historia de Daniel es ante todo un homenaje a los mitos fundacionales de nuestra infancia, aquellos que nos sostienen hasta que podemos dotar de sentido nuestra realidad.