En algún lugar de Asturias, se encuentra el hogar de los Narcés. A la luz del quinqué, la familia sufre el aniversario de la muerte de la hija mayor, Angélica, que se perdió en el río. El mundo parece haberse detenido en esta casa, donde la risa no es bienvenida y la angustia puebla hasta el último rincón. La noche, sin embargo, está llena de secretos. Y es que dos visitantes inesperadas irrumpirán en sus vidas.
Por un lado, Martín, el marido de Angélica, traerá en brazos a Adela, una joven moribunda a la que rescató de ahogarse en el río. Una muchacha abatida, sin familia ni hogar, que podría cambiarlo todo. Por otro lado, una extraña peregrina, de cabellos rubios, rostro pálido y manos frías, llama a la puerta de la casa en busca de descanso. Su presencia ahí no es casualidad, sino que representa los designios de un destino que se aproxima lenta pero inevitablemente.
La dama del alba es una de las obras teatrales más representativas y exitosas de Alejandro Casona. Se estrenó durante su exilio en Argentina, en 1944, tras haber pasado siete años alejado de España. No es de extrañar que constituya un homenaje a su tierra natal, Asturias, y esté plagada de referencias a su paisaje, cultura y tradiciones.
En la obra, Casona nos presenta un teatro que desdibuja los límites entre lo real y lo fantástico, y que se impregna de un marcado lenguaje lírico. Lejos de resultar artificiosos, recursos poéticos como las metáforas y los símiles cobran vida dentro del habla de los personajes y se integran a la perfección con las expresiones coloquiales y costumbristas de la época.
Su argumento nos hace reflexionar acerca de la muerte —protagonista indiscutible, con una interpretación que se aleja del estigma que la tradición le ha impuesto—, pero también abarca numerosos subtemas, como el duelo, la importancia del amor o la vida rural.
La dama del alba es una obra atemporal, que destaca por el misterio que envuelve la trama, su particular estilo y su profundo mensaje.