Melinda es una chica callada e inadaptada. Una horrible fama la precede, la de «aguafiestas», en el sentido más literal de la expresión, pues el año pasado se vio en la obligación de llamar a la policía y arruinó una de las mejores fiestas del curso. ¿Por qué llamó a la policía? Solo ella lo sabe.
La impotencia que nuestra protagonista siente al ver cómo todos la juzgan por haber tenido que llamar a la policía y haber chafado una gran noche, sumada a su sensación de depresión, no hacen de este un año fácil. Eso repercute en sus notas y en sus relaciones sociales. Aunque no está sola del todo; tiene a Heather, pero no le será de mucha ayuda.
La autora logra retratar de manera auténtica la angustia de la protagonista, la impotencia que siente al no poder contar al resto del mundo qué sucedió en aquella fiesta y por qué la transformó en la persona solitaria y huraña que es ahora. Hablar la ayudaría a sentirse comprendida, pero decide permanecer en silencio, siendo esta una reacción mucho más verosímil que si hubiera decidido contarlo todo.
Cuando los árboles hablen es una historia de aprendizaje, de lucha interna y realista, sobre todo, realista. Si algo bueno tiene esta novela es la forma en la que está contada, una primera persona muy amena y ligera. Pese a que a priori da la impresión de que seré densa e intensa a la hora de tratar los sentimientos de la protagonista, la autora ha decidido dividir el libro en evaluaciones del curso y a su vez en pequeños episodios, dotando a la narración de un ritmo ligero apropiado para la historia.
No es de extrañar que fuera finalista del Premio Nacional del Libro en Estados Unidos y ganador del Libro de Honor Michael L. Printz. Con ese palmarés no se puede pasar por alto esta brillante y conmovedora historia.