La tetralogía inicial de L. J. Smith llega a su final en nuestro país. Desde El Templo hacemos un repaso a las aventuras de Elena desde su inicio en Despertar hasta su conclusión (o no) con el cuarto tomo, Invocación.
En pleno boom crepuscular, llegó a nuestras librerías este libro de vampiros con una carta de presentación a priori nada halagüeña. Una portada en rojo, blanco y negro (calcada en estética a las de la saga de Meyer) y un cambio de título por otro de mayor tirón: pasamos de los Vampire Diaries original a unas confusas Crónicas Vampíricas con las que muchos pusieron el grito en el cielo por su asociación con las de Anne Rice. Si bien en El Templo, como muchos otros lectores, decidimos darle una oportunidad porque hubo un dato que nos llamó poderosamente la atención: la novela original había sido publicada en 1991, mucho antes de toda esta avalancha vampírica. Esto fue lo que encontramos:
El libro nos contaba la historia de Elena, una prototípica reina de instituto americano, rompecorazones y popular. En la brillante trayectoria de esta rubia se cruza de repente el chico nuevo, Stefan Salvatore, un recién llegado europeo con el que se encapricha. Pero, ¡oh sorpresa! El chico esconde un secreto un tanto... oscuro. Lo habéis adivinado, el chaval tiene colmillos. Vamos, que es un vampiro.
Si esperabais encontrar algo que os sonara diferente en el resumen del argumento, sentimos decepcionaros, no lo hay. El único mérito que se le puede encontrar es que quizás sea el primero, o uno de ellos, de todos los clones que vienen detrás. En cualquier caso, donde encontraréis lo que merece la pena del libro es dentro de él.
No es la historia, sino cómo está contada; no es lo que hacen sus personajes, sino cómo son. La narración es ágil y equilibrada, no da rodeos innecesarios ni largos y aburridos círculos alrededor de la misma situación página tras página; tampoco son perfectos los personajes ni eternamente empalagosos, no mantienen interminables conversaciones consigo mismos autocensurándose o examinando pros y contras llenos de moralina.
Hay acción y misterio al mismo tiempo que amor y pasión, y la narración se adapta a cada momento como un guante dándote ganas de pasar la página para saber qué va a suceder a continuación cuanto antes. Los personajes son realistas, y te sientas o no identificado con ellos, eres capaz de imaginártelos sin mayores problemas. En este aspecto además encontraremos bastantes soplos de aire fresco en la figuras, por ejemplo, de Damon, el hermano de Stefan, o de Bonnie, una de las mejores amigas de Elena, que desempeñarán papeles fundamentales a lo largo de la trama de los cuatro libros.
Cada libro, además, mejora con respecto al anterior llegando en Furia a un momento cumbre espectacular. Sí es cierto, como la propia autora nos confesó en el número anterior en una entrevista en exclusiva a nuestra revista, que la serie estaba pensada para tres títulos y que el cuarto supone, aunque no una parte inconexa con el resto, sí una innecesaria que creó por petición de los fans. En ella, tras el desenlace del tomo anterior, Bonnie pasa a ser la protagonista y la encargada de intentar que todas las facciones del grupo (humanos y vampiros) cooperen para librar a Fells Church de la nueva amenaza que se cierne sobre el pueblo. En cualquier caso, los libros ofrecen lo que prometen: amor para los que lo busquen y acción para los que la deseen. ¡Ah! Y por supuesto, vampiros.