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Clementine
Clara Cortés

La Galera
Reseñas de novedades El Templo#71 (agosto 2019)
Por Natalia Aróstegui
3.076 lecturas

Clementine sale con Mark desde hace años. Viven juntos y Mark es cariñoso con ella. Además, su madre lo adora: no deja de repetirle que Mark es lo mejor que le ha pasado nunca.

A simple vista, se trata de una relación cómoda, sin complicaciones. Por eso, Clementine no es capaz de ver las cosas pequeñas, como que siempre que salen a cenar van a la hamburguesería favorita de Mark, aunque ella la deteste. Tampoco ve las cosas importantes: que desde que está con él ha ido perdiendo amigos por el camino, que lleva años atascada y que no tiene ningún plan de futuro. Pero lo tiene a él, y su madre insiste: Mark es lo mejor que le ha pasado nunca.

La cuarta novela de Clara Cortés reúne muchos de los aspectos que son ya característicos de su obra: una prosa delicada (en la que, eso sí, nos hubiera gustado ver menos anglicismos), unos personajes llenos de matices e imperfecciones y el tratamiento realista de temáticas importantes. Si en obras anteriores la autora reflexionaba sobre el duelo o la tristeza, Clementine retrata la crudeza de las relaciones tóxicas: «[...] me enredé a su alrededor como una planta. Crecí en torno a Mark. Él era un invernadero, y yo una rosa rara que solo podía florecer bajo su luz fluorescente».

El interés de la novela reside en la forma en la que se aborda esta realidad. La autora no emplea los recursos narrativos típicos, que nos presentarían la historia de Clementine de forma lineal y que quizá culminarían con un desenlace con un evidente propósito moralizante sobre las relaciones tóxicas. Cortés opta, en cambio, por acompañar a los personajes en momentos clave de sus vidas, sin que haya más giros que los que ofrece una cotidianidad realista, muy bien conseguida. El resultado es una novela que, paradójicamente, impacta por su cercanía y su delicadeza.