Si no eres parte del medio millón de lectores que devoró Las lágrimas de Shiva, ponle remedio antes de leer esta reseña, porque contiene spoilers.
«Y ya solo nos queda hablar de Violeta y de mí, claro. El caso es que Violeta y yo, después de todo, acabamos por... Pero eso, como decía Rudyard Kipling, es otra historia».
Dieciocho años más tarde, ha llegado el momento de completar los puntos suspensivos. La continuación de Las lágrimas de Shiva retoma la vida de Javier cuatro años después del verano en que vio su primer fantasma. Desde entonces, se ha convencido de que fueron imaginaciones suyas, una invención propia de la infancia.
Su querida prima Violeta, sin embargo, no ha olvidado aquella experiencia; tras años distanciados, se pone en contacto con él para pedirle ayuda con un nuevo misterio. El dueño de la Mansión Kraken ha fallecido, los papeles de la herencia no aparecen por ningún lado... y se rumorea que el único huésped actual es un espectro nada amistoso.
A su pesar, Javier tendrá que remover los fantasmas del pasado. Las apariciones paranormales se unirán al desafío —ni mucho menos menor— de los reencuentros físicos: con sus tíos, con Villa Candelaria y, cómo no, con las cuatro flores, sus primas.
Como Javier, los lectores de la saga han crecido: el hiato temporal entre la ficción y la realidad es compartido, de modo que hay un añadido inesperado de realismo. En los nostálgicos encontrará su público más fiel, pero también hay cabida para las nuevas generaciones de curiosos.
La estética de finales del siglo XX, la revalorización de la literatura pulp y los pastiches han regresado con fuerza —como evidenció el éxito de Stranger Things— y la ambientación histórica de la novela justifica su uso con creces. También aportan un gran valor las referencias literarias, con un protagonismo indiscutible de Lovecraft y sus monstruos. Y es imposible dejar de lado el escenario, vivo e inquietante a partes iguales: Santander.
Mallorquí aún domina la característica voz de Javier, por el que parece que no pasan los años. Junto a la incursión de algún allegado del autor entre las páginas (que tendrás que descubrir tú mismo), nos hace intuir una gran implicación personal detrás de la historia, que todavía destaca como una de las más queridas de su carrera.