Tres son las castas en las que se divide la población del reino de Ikhara: la de papel, la de acero y la de la Luna. Según los antiguos mitos de las Escritura Mae, sin embargo, al principio, todos los habitantes pertenecían a la de papel, y solo unos pocos se atrevieron a dejarse mojar por la lluvia que portaba los colores soñados por los regidores celestiales.
Pertenecer a la casta de papel equivale a ser completamente humano, mientras que hacerlo a la de la Luna supone ser completamente demonio. Los pertenecientes a la de acero, no obstante, están justo en el medio; son la hibridación de la casta superior —la de la Luna— con la inferior —la de papel—. Pero a todos ellos los gobierna un mismo rey, el Rey Demonio, y por y para él existen las Chicas de Papel: cada año, ocho chicas pertenecientes a la casta más baja son elegidas y llevadas al Palacio Escondido de Han. Allí, son entrenadas en distintas disciplinas, de las cuales la del «ye» (sexo) es sin duda la más importante, pues su cometido no es otro que ejercer de concubinas.
Este año, los hombres del Rey Demonio se presentan, como ya lo hicieron hace siete, en casa de la humilde familia de Lei para robarles. La primera vez se llevaron a su madre, esta vez la quieren a ella. Lei es la «afortunada» novena Chica de Papel. Sus ojos dorados son la razón: ojos de demonio en el cuerpo de una chica cualquiera de la casta de papel.
Chicas de papel y de fuego es la tercera novela de Natasha Ngan, autora inglesa de ascendencia chino-malaya, y está ambientada en un mundo de fantasía de influencia asiática. Este inicio de trilogía empieza con la premisa de tantas otras obras de temática palaciega, pero rápidamente opta por tomar un camino distinto: ni es una competición (entre mujeres), ni la protagonista se va a enamorar del rey. De hecho, Lei se va a enamorar de otra concubina. Es dicha tensión amorosa, añadida a la tensión por la situación en la que se encuentran las nueve chicas (y por las amenazas externas), lo que obliga a que quien la lea no pueda parar, por feas que se pongan las cosas.
Chicas de papel y de fuego no es un libro fácil de leer —antes de empezar, se nos advierte de que la novela contiene escenas de violencia y abuso sexual—, pero es, no obstante, una novela valiente por los temas que trata, y, ya solo por eso, merece ser leída.