A principios de los 80, cuando las únicas distopías conocidas eran los clásicos de Ray Bradbury, George Orwell y compañía, SM publicó en su colección Gran Angular una novelilla francesa de ciencia ficción cuasi-distópica, que a prácticamente nadie llamó la atención y que quince años más tarde desaparecería de las librerías.
Cheyenes 6112 nos lleva a una Tierra donde, tras la “Era del Petróleo” a principios del siglo XXI, el aire ya no es respirable y es imposible vivir a cielo abierto. Por eso, se construyeron cuatro grandes burbujas para albergar a la población que sobrevivió a la polución y las enfermedades con el fin de mantenerla protegida del exterior. En un ambiente totalmente aséptico se consiguieron erradicar las enfermedades, los virus y los microbios. La esperanza de vida aumentó hasta los 250 años y en el 6112 se vive feliz en una sociedad libre, justa y segura; la gente se alimenta mayoritariamente gracias a nanopartículas nutritivas que se introducen en el cuerpo a través de la piel en el momento de la ducha, y todo el mundo está convencido de que es imposible vivir bajo el sol. Pero un caballo y un accidente los obliga a salir al exterior e introducirá en la burbuja el antiguo virus de la gripe contra el que los cuerpos del siglo LXII están totalmente desprotegidos. Reseda y su padre Ciclamen, experto en lenguas antiguas, intentan encontrar una solución al nuevo cataclismo que se les avecina.
Paralelamente, aunque no exactamente en la misma línea del tiempo, descubrimos que aún hay humanos viviendo fuera de las burbujas. Una población de cheyenes vive en un claro de un bosque cercano a la ciudad de Reseda, totalmente ajenos a lo que pasa más allá de los árboles. En el poblado, el joven Bravo, Piernas-Largas, cuestiona la ley que les prohíbe entrar en el bosque, pero una epidemia de gripe obliga a los Viejos Sabios a levantarla. Esto precipitará los acontecimientos y los indios aprenderán a vivir de nuevo como sus antepasados domando caballos, cazando y recolectando los bienes que les ofrece la naturaleza. En determinado momento, la vida de Piernas-Largas se cruza con la de Reseda... pero para saber lo que pasa tendréis que buscar una copia de esta novela en vuestra biblioteca más cercana.
Escrita en 1974 a cuatro manos por el francés Christian Grenier (El ordenador asesino, Bruño, 2004) y el canadiense de ascendencia india William Camus (El fabricante de lluvia y El oro de los locos, SM, 1987), Cheyenes 6112 narra la historia de cada uno de los personajes con un estilo acorde con el mundo en el que viven. En el caso de Reseda el lenguaje es más formal y neutro y se emplean un montón de tecnicismos inventados. Cuando la acción toma a Piernas-Largas, Manos-Cortas y Alba-Naciente como protagonistas, el tono y el vocabulario cambian por completo para amoldarse a la forma de expresarse de un indio cheyene de antaño. En la novela se muestra un mundo distópico que la mano del hombre ocasionó. El corte ecologista del libro es claro, aunque no directo y, si bien tiene algunas carencias en cuanto a trama y descripciones, con una nueva traducción y un buen lavado de cara, Cheyenes 6112 sería una buena novela de iniciación en el género de la ciencia ficción para aquellos adolescentes que aún no se atreven con títulos más sesudos, e incluso podría hacerle la competencia a títulos más actuales. Aunque la historia de Cheyenes 6112 es autoconclusiva, deja un final abierto, que los autores decidieron continuar en 1975 con Una india en las estrellas, publicado por SM en los 80 y que actualmente también está descatalogado.
Cuando era adolescente leí tanto Cheyenes 6112 como su continuación, y guardo un grato recuerdo de los mismos. Estoy muy de acuerdo con la reseña, seguramente ganaría con una buena traducción y es perfecto para iniciarse en el maravilloso mundo de la ciencia-ficción. Es una pena que se encuentren descatalogados, siempre que voy a una librería de viejo intento localizarlos, pero sin suerte hasta ahora. Saludos y enhorabuena por la revista. Sí, me parecería buena idea tenerla en formato eBook, PDF u otro cualquiera que pudiera llevar conmigo.