Lo más preciado que tiene Nan es una carbonilla, que siempre lleva en el bolsillo, y el recuerdo de sus años con el deshollinador. En aquel tiempo era tan pobre como ahora, pero el deshollinador cuidaba de ella y lograba convertir sus penurias en aventuras. La carbonilla fue su último regalo antes de desaparecer, y aunque no tiene utilidad alguna, se mantiene siempre caliente.
Ahora, Nan vive con otros niños como ella, trepadores que limpian las chimeneas de Londres. Están al servicio de Crudd, un patrón que los maltrata y a quien no le preocupan los continuos accidentes, a veces mortales, que sufren los niños. También desconfía de algunos de sus compañeros, en especial de Roger; Nan es la mejor trepadora del grupo, y eso él no lo puede soportar.
Cuando Nan se queda atrapada en una chimenea, es precisamente Roger quien acude en su ayuda. Tiene la oportunidad para deshacerse de ella, pero algo extraño ocurre en el último momento. Tras una explosión, Nan se despierta fuera de la chimenea y con la carbonilla a su lado. Solo que ahora no es una piedra pequeña: no para de crecer y, para su sorpresa, está adquiriendo consciencia.
Jonathan Auxier nos transporta a un Londres victoriano con sabor a cuento de hadas. La situación de los niños trepadores está basada en hechos reales y muy bien documentada. Muchos de nosotros solo conocíamos la historia de un deshollinador y, aunque ya imaginábamos que no se dedicaban a bailar por los tejados y entrar en cuadros del brazo de Mary Poppins, desconocíamos lo grave que llegó a ser la situación.
Es curioso cómo, en esta ambientación tan realista, el autor logra introducir un elemento fantástico que no desentona lo más mínimo. Quizá sea gracias a que el «monstruo» que anuncia la portada tiene relación con el mundo de los deshollinadores y también con la trama de cuento, de heroína huérfana y pobre, de la protagonista. O puede que sea gracias a que los dos, la niña y su monstruo, son unos personajes complejos y bien dibujados, con los que es fácil empatizar. Lo único que podemos criticar de Ceniza es que emplea un narrador agorero, que busca atrapar la atención del lector con la promesa de las dificultades que se acercan; un recurso del que abusa y que además hace que el desarrollo de los acontecimientos sea más fácil de adivinar.
Las sufragistas no eran las únicas que peleaban por sus derechos en el Londres victoriano. Únete a la lucha de los niños deshollinadores a través de las páginas de Ceniza.