¿Puede empezar peor el verano de Cándida? La respuesta es no. Está desesperada. Ya no sabe qué hacer para que sus padres entiendan que no es una niña pequeña. No, ella tiene catorce (para quince) y reivindica su legítimo derecho a un verano increíble, lleno de anécdotas y vida social, como el que van a tener (y le van a restregar) todas sus amigas. Sin embargo, sus padres han decidido por ella: irá al pueblo de su abuela, en La Rioja.
¿Puede haber un peor sitio donde pasar el verano que un pueblo de la Rioja? La respuesta es no. Calor, mosquitos, los insoportables de sus hermanos, la pirómana de su abuela y nadie de su edad… o eso cree ella. Cuál será su sorpresa cuando descubra a Jan y su grupo de amigos del pueblo.
¿Puede haber un chico más guapo que Jan? En La Rioja seguramente no. En cuanto al resto de jóvenes, parecen de su edad y pasan un verano despreocupado yendo a la piscina y divirtiéndose en las ferias. De no encontrarse en una situación desesperada, Cándida no saldría de casa, pero sus amigas deciden darle una inesperada sorpresa visitando el pueblo: Cándida tiene quince días para demostrar que no es una pringada aburrida, que su verano está siendo increíble y que tiene a Jan en el bote.
Calla, Cándida, calla es una novela llena de sol y verano. Entre sus páginas nos llega el sonar de las cigarras al sol, el olor a cloro de las piscinas y lo apacible de las vacaciones. Pero, al mismo tiempo, también nos llega la tensión de ser adolescente, de no hacerse valer o de verse ninguneado.
A través de una protagonista a la que solo le importa el estado de su vida social, Maite Carranza ha sabido mostrar las facetas más agobiantes de la adolescencia: la necesidad de proyectar una vida de éxito para ser aceptado, la competición propia de los grupos de amigos, el miedo a ser excluido, a defraudar, a que te compadezcan.
No mandes callar a la pobre Cándida, eso ya lo hace todo el mundo. Deja que te cuente su historia.