No hay nada más decepcionante que, después de encontrar un portal mágico a otro mundo y vivir aventuras dignas de una novela juvenil, regresar a la Tierra y encontrarte con que nadie te cree. Da igual que hayas servido al Señor de los Muertos, bailado con esqueletos o convivido con la Reina de las Arañas. En este, nuestro mundo alto en Lógica, todo el mundo te tomará por loco.

Puede incluso que tus padres busquen ayuda profesional, pero solo si tienes suerte acabarán internándote en la Residencia para Niños Descarriados de Eleanor West. Ellos pensarán que te dejan en manos de una experta, sin saber que Eleanor es alguien como tú, que tras visitar en su infancia un mundo alto en Sinsentido decidió ayudar a otras personas en su situación.

Nancy es una chica que acaba bajo el cuidado de Eleanor, aunque en realidad lo único que desea es encontrar de nuevo su puerta y regresar a los Salones de los Muertos. Quizás la Residencia sea lo más parecido a un hogar que pueda encontrar en este mundo, pero las dudas asolan a Nancy cuando empiezan a aparecer los cadáveres.

Si la última frase te ha sorprendido, tranquilo, no es lo más raro que encontrarás en el libro. Cada corazón, un umbral sitúa una historia de misterio y asesinatos aparentemente corriente en un contexto fantástico, y es esta ambientación lo más refrescante de toda la novela. Lejos de recrearse en los clichés de los viajes fantásticos, Seanan McGuire crea un lenguaje propio en torno a los portales y los mundos a los que conducen, así como los efectos que estos producen en los niños una vez rematada su aventura. Por eso el suyo es un grupo de protagonistas muy diverso, y por eso también se echa en falta un poco más de desarrollo en ese sentido, aunque no haya espacio para él en una novela corta. No nos preocupa demasiado, puesto que hasta cuatro secuelas se avecinan para saciar nuestra sed.

Como es tradición en El Templo, te invitamos a abrir esta puerta. Eso sí, no olvides que hay puertas que una vez abiertas no vuelven a aparecer, y que el mundo que encuentres al otro lado puede ser demasiado bueno como para querer regresar.