Los Buscadores de Libros podría definirse como una red social de bookcrossing: los jugadores dejan libros escondidos por la ciudad, suben pistas sobre su paradero a la web, y buscan libros que otros han ocultado; al hacerlo, ganan puntos y suben de nivel en el juego. Emily viaja con su familia de ciudad en ciudad porque sus padres tienen el sueño de vivir en todos los estados de Estados Unidos. Cada poco tiempo cambia de piso, de costumbres y de amigos, pero hay algo que se mantiene constante en su vida: los Buscadores de Libros.

Al poco de mudarse a San Francisco, ocurren tres cosas: Emily conoce a su vecino, James, y se hacen amigos al instante; el señor Griswold, el fundador de los Buscadores de Libros, sufre un grave accidente e ingresa en el hospital, y Emily descubre un ejemplar de El escarabajo de oro, de Edgar Allan Poe, con el que da comienzo un nuevo reto de los Buscadores. Lo que Emily no sabe es que tras El escarabajo de oro no se encuentra el último juego del señor Griswold, sino que es nada más y nada menos que el motivo de su extraño accidente.

Los Buscadores de Libros es una saga middle-grade entretenida y entrañable. Tiene misterio, amistad y mucho amor por los libros. Emily y James son dos buenos protagonistas con los que es fácil empatizar, y su aventura es lo bastante peligrosa para resultar emocionante pero no tanto como para ser inverosímil. Los malos, sin embargo, están demasiado caricaturizados y recuerdan a los de películas noventeras como Solo en casa o 101 dálmatas.

Todo esto lo hace una buena opción para lectores que estén dando el paso de infantil a juvenil; en Los Buscadores de Libros encontrarán una novela más larga y compleja, con un juego que desearían que existiera y unos personajes que serán como dos nuevos amigos.