Por fin se edita la obra maestra de Jiro Taniguchi a un precio asequible (18 euros) y en un único tomo (anteriormente Ponent Mon lo publicó en dos volúmenes, a 14 euros cada uno).
Cuando uno se enfrenta por primera vez a ese tomo, de más de cuatrocientas páginas en blanco y negro, le entra un poco de respeto; pero al poco de empezar la lectura esa sensación se convierte en interés por saber qué le va a pasar a Hiroshi Nakahara, el protagonista de esta historia, cuando, al volver de un viaje de negocios, se equivoca de tren y llega al lugar donde pasó su infancia y adolescencia. Visitando la tumba de su madre, se queda dormido y, al despertar, ya no es la misma persona: sorprendentemente (en ningún momento el autor trata de explicarnos este fantástico suceso) su cuerpo vuelve a tener la apariencia que tenía a los catorce años, pero con la peculiaridad de que su mente sigue siendo la misma y todos sus recuerdos del pasado (ahora, de nuevo, presente) están ahí. Lo mejor es que todo esto ocurre en las primeras treinta páginas de este manga. A partir de aquí, el joven Hiroshi volverá al instituto, se encontrará con sus viejos amigos (a los que hacía años que no veía, alguno de ellos incluso ya ha fallecido) y con sus familiares (entre ellos, su padre, del que sabe que va abandonarles en unos meses). Al principio Hiroshi sigue el esquema de su ya conocida adolescencia, pero su mente adulta le hace actuar de manera extraña ante los suyos y, poco a poco, su presente empieza a cambiar. ¿Afectará eso a su futuro? ¿Cambiará su vida? ¿Volverá a ser adulto o tendrá que volver a vivir otra vez entera su adolescencia? Son muchas las preguntas interesantes que Taniguchi plantea, a raíz de esta interesante premisa de partida, y que a lo largo de las siguientes páginas va cerrando de manera magistral.
Esta obra nos habla sobre la vida cotidiana, sin grandes dramas; también de la familia, de cómo cambia el enfoque cuando uno es hijo y luego, años después, se convierte en padre; pero, sobre todo, desarrolla la idea de las segundas oportunidades que nos concede la vida (al igual que la película de Francis Ford Coppola Peggy Sue se casó) y de esa eterna pregunta que todos los seres humanos se han planteado alguna vez: ¿Y si no hubiera hecho tal cosa? ¿Y si lo hubiera hecho? ¿Qué habría pasado? Unas preguntas para las que nadie tiene respuesta.