Dylan cree que es la única superviviente de un horrible accidente de tren, pero pronto descubrirá que es justo lo contrario. Ha muerto en ese túnel donde los vagones han descarrilado, y ahora debe atravesar el páramo que la separa de su destino final. Sin embargo, no está sola. Un enigmático chico llamado Tristan es el encargado de guiarla y protegerla de los espectros que habitan las tierras desoladas que deben atravesar. Este viaje lleva a Dylan a desarrollar una fuerte conexión con Tristan y a darse cuenta de que no quiere separarse de él, pero tampoco puede quedarse en el páramo para siempre.

Con esta premisa tan interesante, la novela se presenta como un retelling del mito de Caronte, el barquero que viaja de una orilla a otra del río Estigio para transportar a las almas de los muertos. En su lugar, tenemos a Tristan, un chico que se encarga de acompañar a través del páramo a aquellos que mueren, hasta que llegan al otro lado y pueden continuar su viaje hacia el más allá. Las llanuras que hay que cruzar están repletas de espectros y, pese a que hay casas seguras donde descansar, siempre existe la posibilidad de que capturen al alma humana y esta desaparezca para siempre. La idea era buena, pero la autora no ha sabido darle el empuje que necesitaba. En vez de presentarnos una trama que se desarrolla a un ritmo constante, el argumento se ralentiza a lo largo de todo el viaje de los protagonistas hasta el último tercio del libro, donde se recupera para dar con un final que invita a leer la segunda parte.

En cuanto a los personajes, la autora va saltando de Dylan a Tristan para darnos los dos puntos de vista de lo que está ocurriendo. Por un lado, Dylan intenta comprender su muerte y sus crecientes sentimientos por su guía, mientras que Tristan, que lleva muchos años en el páramo y ha acompañado a multitud de personas al otro lado, relata diferentes anécdotas para tratar de aligerarnos el viaje, tanto a los lectores como a la propia protagonista. Esta resulta un poco infantil en algunas ocasiones, pero los cambios de narración lo hacen más llevadero y fácil de ignorar.

El barquero de almas es una primera parte que, pese a no ajustarse del todo a lo que se espera por su sinopsis, es una lectura fácil y que mantiene al lector interesado hasta las páginas finales. Su ambientación cuidada y la interesante figura que es el personaje de Tristan consiguen que crucemos el páramo con él para averiguar qué hay más allá de la niebla.