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El barco escuela Tobermory
Alexander McCall Smith

Siruela
Zona <20 El Templo#55 (diciembre 2016)
Por Nuria Dam
3.688 lecturas

No es que la vida de Ben y Fee McTavish haya sido aburrida hasta el momento. Llevan gran parte de sus doce años descubriendo, desde el submarino científico de sus padres, algunos de los misterios que esconde el océano. No ha sido aburrida, qué va, ni mucho menos típica... pero los gemelos McTavish saben bastante poco sobre lo que ocurre en la superficie del mar. Así que, cuando sus padres les hablan del Tobermory (un barco escuela que zarpa cada año desde Escocia con la misión de enseñar a navegar a alumnos de todo el mundo), no lo dudan ni un segundo. Bueno, quizás un segundo sí... Pero es normal tener un poquito de miedo, ¿no?

Lo que se aleja de ser normal es el misterioso barco de rodaje con el que el Tobermory se topa en la isla de Mull. Dicen estar grabando una película en alta mar, e incluso invitan a Ben y otros chicos a participar como extras. Pero él, Fee y sus amigos se huelen algo extraño. Hay gato encerrado, y harán lo que haga falta para demostrarlo... por mucho miedo que les dé.

Así es como comienzan las aventuras de los jóvenes tripulantes del Tobermory. Algo que destaca de los chicos es el realismo de sus emociones: a veces tienen miedo, a veces se engañan a sí mismos para afrontar un peligro con valentía, a veces no saben qué opción es la mejor a la hora de resolver un problema y en ocasiones incluso se echan para atrás por completo. Es común encontrarse en middle-grade con protagonistas temerarios, con un código de valores claramente definido y un sinfín de cualidades que los convierte automáticamente en héroes. Ben, Fee y el resto son, ante todo, niños, y aunque en ocasiones se comporten de una forma mucho más correcta de la que cabría esperar, el modo en el que piensan y toman decisiones es muy cercano a la realidad.

La palma, eso sí, se la llevan los excéntricos adultos que están al mando del barco: desde un profesor cuyo bigote gira para identificar la dirección en la que se mueve el viento hasta una enfermera que en su juventud fue saltadora olímpica de trampolín (y aún se guarda algún que otro truco bajo la manga).

El barco escuela Tobermory es, en definitiva, una historia de aventuras amena, con una trama no demasiado compleja pero entretenida, que te hará disfrutar de las andanzas de sus intrépidos tripulantes. ¡Ah del Tobermory!