Sherlock Holmes ha desaparecido. Seguro que ya conoces la historia, pues así la escribió sir Arthur Conan Doyle: tras el trágico episodio en las cataratas de Reichenbach, toda Inglaterra llora su ausencia y los criminales de media Europa se frotan las manos.
A quien seguro que no conoces (todavía) es a David Pip, un joven que ha vivido toda su vida confinado en el terrible orfanato de Montague Hall. Cosa extraña, pues él está convencido de ser el hijo secreto de Sherlock Holmes, como demuestra su prodigiosa capacidad deductiva. También está seguro de que el famoso detective sigue vivo, y solo hay una forma de demostrarlo: escapar del orfanato junto a su inseparable amigo Calum Traddles (aunque prefiere referirse a él como «Watson») y seguirle la pista a su padre en una búsqueda digna de las mejores novelas de aventuras.
Que tiemble Infinity War, pues el crossover más ambicioso lo firmó Guido Sgardoli allá por 2009. Ah, ¿que no lo sabías? En su travesía, David y Calum se cruzarán con personajes salidos de Drácula, Frankenstein, El hombre invisible, Oliver Twist, Cumbres borrascosas, Asesinato en el Orient Express… ¡y hasta Heidi! Estos y otros muchos clásicos decimonónicos y de principios del siglo XX se dan cita en un homenaje con todas las letras.
El tono humorístico de la novela favorece el juego constante con lo absurdo y lo anacrónico (pues de ninguna otra forma podría suceder este festival de personajes en 1891), y funciona especialmente bien cuando se forman alianzas inesperadas y las tramas de diferentes historias se retroalimentan. Otras apariciones se quedan en lo anecdótico, y no aportan valor a la historia más allá de lo puramente referencial. Algunos de estos personajes son reducidos a caricaturas de sí mismos; despojados del trasfondo y el mensaje que los hizo famosos, no tienen mucho que contar.
Tras un arranque de lo más divertido (cortesía de Hans Pfaal y su aventura sin par), el constante coqueteo con otros universos puede hacerte temer que, en el fondo, a esta historia le falte identidad propia, pero no temas. Aun si el ritmo decae en varias ocasiones, el final sabe sorprender y dar coherencia a este universo de disparatada metanarrativa.
La aventura de David y Calum desembocará en la más improbable de las respuestas, pero a estás alturas ya sabrás que, «una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad».