En la mayoría de las novelas de fantasía, los autores tratan de crear complejos mundos en los que, si no están lo suficientemente trabajados y definidos, los lectores avispados pueden notar ciertos huecos. Por ello, algunos autores prefieren centrarse en un microcosmos, algo más manejable y fácil de abarcar. Eso es lo que nos plantea este escritor danés con El aprendiz del diablo, llevándonos de visita nada menos que al mismísimo Infierno. Al igual que su protagonista, el joven Filip, un muchacho de conducta intachable que se encuentra en ese lugar debido a un error administrativo, iremos conociendo demonios, diablesas, gragones (verdugos de las almas en pena), e incluso al Príncipe de las Tinieblas en persona; participaremos de sus festividades, como el Festival de las fechorías, y aprenderemos sobre el auténtico significado de la maldad.
El acierto de Kenneth Bogh Andersen con esta novela, la primera que se edita de él en nuestro país, es, además de destilar humor por los cuatro costados, la creación de personajes entrañables, empezando por el portero del infierno (Barba Lúgubre), pasando por el mismísimo Lucifer, y terminando con la propia Muerte (que no se parece nada a la versión sexy creada por Gaiman, ni a la clásica imagen portadora de la guadaña).
Al leer esta novela, uno no puede evitar notar reminiscencias de Harry Potter, quizás por el tipo de humor, o porque es un microcosmos tan bien cohesionado como el del joven mago, con detalles tan peculiares como las bebidas que consumen (cerveza de sangre) o los títulos de los libros que leen los personajes (Malditas maldiciones: guía infalible del acoso).
A destacar también su asequible precio (10 euros) y el excelente trabajo de traducción del danés de Juan Mari Mendizábal.
Filip, un chico de trece años de conducta intachable, estaba un dia en el colegio. Filip oyó los pasos de Soren, quien cada semana escogía a una persona del colegio. Un día le tocó a él, entoces Soren y sus amigos le encerraron en el sótano de las bicis.
Cuando Filip salió del sótano y volvió a las clases el profesor ni siquiera se dió cuenta que no estaba. Filip iba a irse del colegio, fue al sótano y bajó diez escalones. De repente la puerta se cerró, Filip gritó Mikel, pero una voz le dijo: Mikel no tiene culpa, lo siento Filip. Entoces Filip abrió los ojos por unos instantes; pensaba que se había quedado ciego. Lo que ocurría es que ese lugar estaba oscuro, oscuro como el sueño más profundo.
Extendió los brazos y las manos y vio como iba desapareciendo en las densas sombras, se agachó y miró por el agujero de la cerradura. Tras la puerta vio siete toscos escalones. Filip dijo hola. Cállate ya, le ordenó el macho cabrío del orden. Entró y bajó unos escalones y vio que era el infierno donde estando un rato supo que te felicitan por hacer las cosas peor que nadie y te aplauden cuando te portas mal y fastidias a los demás. Cuando Filip estaba en la escuela no lo podían hacer, eso parecía la vida normal pero al revés. Pero pasando el tiempo Filip ya casi se acostumbró a ese lugar tan extraño y raro.
Filip antes no habría pensado ni pensaría como fuera allí había fuego por todas partes que salía de unas grietas, el ruido gritos de dolor aullidos suplicas y calles estrechas. Unas velas grandes y ardientes, en el sombrío salón hizo que Lucifax y Filip proyectaran largos miembros. Sonó un ruido de aleteo. Filip no sabía lo que representaba. Miró arriba y vio que se quedó delante de él el Toro Egre. Caminó y se detuvo en un cuadro en el que podía leer lo que ponía: Condenados por asesinar a su esposa.
Adaptarse al infierno no es nada fácil para un chico como Filip. Entonces Filip conoció al príncipe de las tinieblas, era el que mandaba allí en el infierno. Entoces un dia le dijo el príncipe de las tinieblas a Filip: he decidido que seas mi sucesor Filip se quedó pasamado por lo que le había dicho el príncipe de las tinieblas. ¿Cómo escapará Filip de una situación tan comprometida? La presencia de una bonita diablesa, además de una gran dosis de astucia, será la clave para que Filip encuentre la puerta de salida que lo llevará de regreso con los suyos.