A veces los monstruos salen de su guarida bajo la cama. Así cogen por sorpresa a los humanos a los que quieren atormentar. Y es que no todos los monstruos tienen una apariencia desagradable. Por eso puede costar reconocerlos.
Alma se había quedado a oscuras cuando apareció el primer monstruo: Uno. Era diminuto y, aunque al principio la puso de los nervios, lo que decía tenía sentido: siempre había algo que podía salir mal. Debía estar alerta. Los monstruos como él la protegerían.
De modo que Alma lo creyó y guardó su secreto. Pronto conoció a Dos, que la hacía sentir tan cansada que se dormía por las esquinas. Para compensar vino Tres, que la mantenía en vela por las noches. Luego llegaron Cuatro, Cinco, Seis y Siete. Todos querían que Alma les hiciese caso… pero ella necesitaba tiempo para su propia vida.
«Esta historia no es de miedo, aunque haya sustos, oscuridad y monstruos. Es otro tipo de historia. Una que va de conocer a los monstruos, para así poder enfrentarse a ellos».
Uno de los primeros pasos de la misión es ponerles nombre, y aquí aciertan Iria y Selene. En esta alegoría, cada número identifica un síntoma de la depresión, que cobra vida en forma de criatura fantástica. A través de los monstruos es sencillo reconocer las señales del trastorno, si se ha vivido en primera persona, o comprender mejor su funcionamiento en caso de ser ajeno al mismo.
La psicoeducación se completa con los fragmentos de la vida cotidiana de Alma, donde se muestra el efecto alienante de la enfermedad. Pero, como te adelantamos, esta novela trata sobre la recuperación: sin edulcorar la realidad, transmite esperanza.
Las autoras lo consiguen gracias a un estilo cuidado y para todas las edades, con una innovadora narración en primera persona del plural femenino. Su texto se combina con una maquetación peculiar y unas cautivadoras ilustraciones en tinta azul, obra de Noa Galán.
A los monstruos no les gusta que se hable de ellos porque pierden poder, así que... ¿te sumas a la conversación?