Bienvenidos al principio de las aventuras de Alcatraz, el famoso huérfano de la familia Smedry. Si vives en las Tierras Libres, te sabrás su historia de memoria, así que no te voy a contar nada nuevo. Pero si eres de las Tierras Silenciadas... probablemente te interese seguir leyendo. Eso sí, bajo tu propia responsabilidad.

¿Conoces a algún bibliotecario? Parecen inocentes, ¿verdad? Eso pensaba Alcatraz hasta que, en su décimo tercer cumpleaños, ellos le robaron lo único que había recibido de su desaparecido padre: un saco de arena. Sí, no parece que tenga mucho valor, pero estuvieron a punto de matarlo. Si no llega a ser por su extraña habilidad de romper todo lo que toca, no habría salido con vida. Y no habría conocido a su abuelo, quien apareció por primera vez en su vida en ese momento, aunque llegó tarde. No se lo podemos recriminar, porque ese es su poder. Los Smedry son muy poderosos, como podrás comprobar.

Todo esto Alcatraz no lo sabía, porque los bibliotecarios controlan la información y ocultan los datos que pueden utilizarse en su contra. ¿Sabías, por ejemplo, que la arena se utiliza para hacer potentes y mortíferas lentes? ¿O que las escaleras están más evolucionadas que el ascensor? Por supuesto que no, porque los bibliotecarios no quieren que lo sepas.

Por eso es vital que seas muy cauteloso a la hora de leer este libro. Alcatraz en persona narra la verdad sobre sus hazañas: nos presenta a la intrépida Bastille, a sus primos Sing y Quentin (y sus peculiares poderes) y a los malvados bibliotecarios... Aunque en este primer volumen solo nos cuenta una pequeña parte, no te voy a engañar.

Él mismo asegura que se ha creado demasiado misticismo entorno a su figura, y trata de rebajarlo mediante la honestidad y el humor. No te asegura que te vaya a caer bien; de hecho, lo repite tantas veces que llega a resultar cansino, pero las carcajadas que te saca logran que se lo perdones.

No sería seguro para mi integridad física revelar mucho más, así que si te has quedado con la intriga y no tienes miedo a abrir los ojos a la verdad, hazte con el libro. Eso sí, ¡ni se te ocurra sacarlo de la biblioteca!