Cinco años han pasado desde que la escritora valenciana publicase la primera parte, Alas de fuego, que pronto se convirtió en el libro favorito de muchos fans. Entre aquella obra y Alas negras no sólo separa un lustro, sino también el aprendizaje que supone escribir una trilogía de la talla e intensidad de Memorias de Idhún y novelas más tranquilas y contemplativas como La emperatriz de los Etéreos. Laura Gallego vuelve a su mundo de ángeles protectores, pero aunque los acontecimientos parten del final del anterior libro, el escenario es completamente distinto. Ahriel necesita el permiso del Consejo para ir en busca de la prisión de Gorlian, pero aunque su excusa es la liberación de todos los presos, el verdadero motivo que la mueve es mucho más íntimo... y personal.
Esta vez no luchará sola, y cuenta con el Guerrero de Ébano, Ubanaziel, para enfrentarse a las furias del Infierno. Pero no es la única protagonista de la historia y en otro lugar, empequeñecido por la magia oscura, un joven medio ángel trata de huir de la pecera que le retiene. Para ello se sirve de la ayuda de una amorfa criatura que le sigue a todos lados, y un viejo amigo que todos daban por muerto. ¿¡Pero es que uno no puede irse de vacaciones!?
Con este punto de partida, dos historias que avanzan a capítulos pares e impares, Alas negras construye una trama más elaborada que la primera parte y mucho más autoexigente. Ya no sirve armarse de rabia y saltar sobre todos los enemigos: esta vez les superan en número, y tendrán que hacer duros sacrificios para vencer en cada batalla. ¿Pero ganarán la guerra?
Laura Gallego, que nos ofreció recientemente otra historia de ángeles y demonios (Dos velas para el diablo, 2008) se reinventa a sí misma y escribe su propia Divina Comedia que constituye el desenlace perfecto, válido por sí mismo, de la historia de su ángel Ahriel. Los diálogos cobran más importancia (Alas de fuego era más acción: este libro logra el justo equilibrio), siempre y cuando no nos desesperemos traduciendo a cierta señorita. Además de ser una obra muy coral, también se atreve con más registros, y si en la primera parte presenciábamos la gloria, caída y resurrección de un personaje, en la segunda parte vivimos momentos de acción, de miedo, de risa, de suspense y, en menor medida, de amor (lo sentimos por aquellos que esperasen un affaire entre Ahriel y su compañero negro: el ángel todavía no ha podido olvidar a Bran, que los cinco años han transcurrido sólo en las librerías).
Esta vez profundiza más, se detiene más en cada trama, y lo más importante: las retuerce tanto que al final el lector, que ha cometido el error de creerse más listo que la escritora, tiene que admitir que ha caído en su trampa demoniaca. La portada de Paolo Barbieri y la edición, tan cuidadas, no hacen sino redondear una obra que ya es brillante de por sí. La última página colma toda expectativa de secuela, al menos por parte de Ahriel... ¿pero estamos a las puertas de otro spin-off, como ocurrió con Fenris, el elfo? ¿Veremos algún día publicado Cosa, el engendro besucón? Cruzamos los dedos...