«Los que hemos perdido una y otra vez sabemos que no hay mejor escuela de la vida que caer y levantarse, hemos conservado la fuerza y la valentía para todo aquello que acontezca».
La abuela ha tenido muchos nombres. Se la ha conocido como la Dama de Hierro, pero antes fue la Chica de Alambre. Ya nos la habían presentado en El Chico de las Estrellas, pero es que Chris Pueyo ha querido construirle un monumento, una forma de hacerla inmortal. Porque, cuando ella muera, ahora que ha cobrado forma de libro podrá vivir para siempre en la Biblioteca X.
A través de estas memorias, compartidas entre abuela —madre, como señala Chris— y nieto se cuenta la historia de una mujer que luchó por ser libre en un mundo de hombres. Una narrativa que abarca desde los años 40 hasta la actualidad; una vida bajo la dictadura de Franco, donde las mujeres, sobre todo las que iban contra lo establecido, lo tenían muy difícil para ser independientes.
Chris Pueyo vuelve a la narrativa tras la publicación de su primera novela, El Chico de las Estrellas (2015), y su paso por la poesía con Aquí dentro siempre llueve (2017), en un género en el que se encuentra cómodo: la autoficción. En este caso, el autor hace un homenaje a la persona más importante de su vida: su abuela.
El retrato se compone cronológicamente, en un diálogo continuo entre el propio autor/personaje y la abuela, que nos deja testimonio de su historia. Por su recorrido vital pasan muchos personajes: Manos de Fuego, el Francesito, el Cabezón, la Mano Derecha de Dios o el Hombre Bueno, todos ellos nombres representativos de los personajes, pequeños guiños en los que el autor disfraza la realidad.
Si bien la prosa de Pueyo sigue en un proceso de búsqueda y algunos detalles de la edición podrían mejorarse, La abuela destaca por la composición de un universo personal y lleno de referencias, del que el lector es cómplice en todo momento, lo cual es su mayor virtud a la hora de conectar con su público. El tono confesional del libro es ya marca propia del autor y potencia su visión más lírica de la realidad.
Por esto, la dureza del relato implica al lector desde el principio, a pesar de ser testigo mudo de hechos acontecidos hace años: a través de sus páginas pasan hombres maltratadores, enfermedades que amilanan a personas cercanas e incluso se puede encontrar una breve estancia en la cárcel.
Esta es, ante todo, la historia de una mujer resiliente, que se levanta más fuerte tras cada caída: en cada momento vivido hay una lección compartida generosamente con sus lectores.