Rafe sabe que es muy afortunado: para él, salir del armario no fue ningún drama. No ha sufrido acoso en el instituto ni en su pueblo, sus padres le apoyan incondicionalmente (tanto que a veces se pasan de entusiastas) y tiene siempre a su lado a Claire Olivia, su mejor amiga desde que eran niños.
Aun así, está harto. Todo el mundo sabe quién es, pero ni siquiera se acuerdan de su nombre: para los demás, solamente es «el chico gay». Rafe está cansado de sentirse diferente, y decide pasar los dos últimos cursos antes de ir a la universidad en la Academia Natick, un colegio privado masculino lleno de deportistas, donde podrá volver a empezar sin tener que mencionar ese pequeño detalle. Pero todo se complicará cuando empiece a sentir algo por Ben, uno de sus compañeros.
Bill Konigsberg escribe una auténtica comedia romántica sobre la identidad y el primer amor, y lo hace de una manera desenfadada y natural que engancha desde la primera página. La importancia de la amistad y la familia vertebra la novela y retrata muy bien la adolescencia; con una primera persona llena de humor y el diario que Rafe escribe para su seminario de escritura, el autor caracteriza de forma muy humana a los personajes, especialmente al protagonista, que comete muchos errores y está lleno de defectos, pero también de buenas intenciones. A través de sus ojos se cuentan las historias buenas y malas de su familia, amigos y compañeros, mientras que Ben aparece como alguien casi perfecto, a pesar de que el lector puede adivinar fácilmente que está lejos de serlo. Es de esperar que la segunda parte, de la que será protagonista, permita conocerlo más allá de la mirada de Rafe.
A pesar de que el punto de partida de la novela y el conflicto que plantea resultan originales y se desarrollan de manera muy amena, el desenlace abusa un poco de los clichés y en él se echa en falta algo de la reflexión crítica que sí aparece a lo largo de la obra.
Y es que ser uno mismo todo el rato no es fácil, pero ¿cuál es el precio de no hacerlo?