August Pullman es un niño normal: pasa tiempo con su familia, adora a su perrita Daisy y tiene una obsesión considerable con Star Wars. Tampoco se le dan nada mal los estudios, pero que la profesora sea su madre puede influir un poco. Ahora, acaba de cumplir diez años y va a ir al colegio por primera vez en su vida. Sí, después de todo, puede que August no sea tan normal como él piensa.
La gente que no lo conoce, desde luego, lo demuestra: las miradas, susurros y comentarios lo han acompañado desde siempre. Quizás su familia no lo vea así, pero lo que está claro es cómo lo mira el mundo exterior, incluyendo a sus futuros compañeros y profesores: como un extraterrestre. No lo ven como lo que es, un niño con una enfermedad genética de nombre impronunciable (disostosis mandibulofacial complicada por una microsomía hemifacial del espectro óculo-aurículo-vertebral), pero un niño más al fin y al cabo.
Por eso, esta nueva etapa supondrá un punto de inflexión: ya no estarán sus padres ni su casco de astronauta para protegerlo de las miradas —acusadoras, temerosas o evitadoras— del mundo: quiera o no, ya es uno más. Para lo bueno y lo malo.
La adaptación al cine de la novela La lección de August suponía dar un paso arriesgado. El libro, publicado en 2012, va camino de convertirse en un clásico juvenil: no solo se trata de un best seller de varias continuaciones, sino que ha creado un movimiento a nivel mundial basado en la premisa #choosekind.
El director, además de guionista, no es otro que Stephen Chbosky, el autor (y guionista y director de la versión cinematográfica) de Las ventajas de ser un marginado. De nuevo, queda plasmado su talento para llevar libros emblématicos a la gran pantalla. No solo logra crear una buena película, sino que lo consigue siendo increíblemente fiel al libro: poco ha cambiado aparte del título (La lección de August se ha rebautizado como Wonder) y, de hecho, la película incluye un número asombroso de frases literales, preceptos incluidos.
Además, nos parece un acierto que haya decidido mantener la división en distintos narradores, de modo que podamos optener una visión global y más completa de la historia. Sin duda, era uno de los puntos fuertes de la novela y, sorprendentemente, funciona de maravilla en el nuevo formato. Por descontado, algunos narradores, como Summer, no mantienen su papel protagonista por razones de tiempo, pero sus perspectivas se reflejan con la misma fidelidad. Ocurre lo mismo con pequeños detalles que han tenido que desaparecer para agilizar la película, pero que se compensan modificándolos ligeramente para no perder la esencia.
Uno de los conflictos a los que se enfrentaba Chbosky, además de la adaptación del estilo literario tan característico de R. J. Palacio al cine, era la representación de los personajes, especialmente August. Independientemente del debate en torno a la elección de un actor sin el síndrome del protagonista, Jacob Tremblay lo interpreta de manera muy humana y realista. Sus padres, representados por Julia Roberts y Owen Wilson, bordan el papel, y Via, su hermana, se encarna a la perfección en Izabela Vidovic. En realidad, el casting acierta también con los secundarios, que tanto peso tienen en la trama: Jack Will, Summer, Miranda, el profesor Browne e incluso Julian, el antagonista, cumplen su función con creces.
Si te gustó La lección de August, te aseguramos que la película plasma de forma casi literal la historia. Puede que peque de no aportar nada nuevo, pero el libro era redondo de por sí y solo adaptarlo a un nuevo formato y lograr emocionar de nuevo a su público es ya un éxito.
Y si no conoces a August, que sepas que «uno llega a acostumbrarse a su cara, en realidad es un tío bastante guay y un buen amigo». Palabra de Jack Will.
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