La vida de Calabacín es el nombre que ha recibido la película de animación basada en el libro Autobiografía de un calabacín, de Gilles Paris. Si bien el libro se publicó en Francia en 2001, no llegó a España hasta 2004, y ha vendido hasta la actualidad más de 200.000 ejemplares. La película, dirigida por Claude Barras, ha llegado a los cines en 2016, cosechando una serie de nominaciones y premios en distintos festivales y galas, entre los que se encuentran los Oscar, los Globos de Oro, los Premios de Cine Europeo o el Festival de Cannes.
La historia narra la vida de Calabacín, un niño que vive en malas condiciones con su madre, una mujer alcohólica que no hace más que ver la televisión. El joven Calabacín —apodo por el que lo llama su madre— la mata accidentalmente: en el libro con un arma de fuego, mientras que en la película tras cerrar con fuerza la puerta del desván, provocando su caída.
El niño acaba en los servicios sociales tras ser rescatado por el gendarme Raymond. Un orfanato donde hay niños en situaciones parecidas a la suya se convierte en su próximo hogar. Allí conoce a Alice, que se oculta siempre tras su pelo, a Jujube, que vive esperando el regreso de su familia, también a Ahmed, que todavía se hace pis en la cama, y al rebelde de Simon, que vive enfadado con el mundo. Incluso a Camille, que robará el corazón del pequeño Calabacín. En su nueva familia, Calabacín aprende algunos valores como la amistad, el altruismo o la confianza en los que lo rodean.
La película La vida de Calabacín se vale de una técnica llamada stop motion, más coloquialmente conocida como la de las «películas de plastilina», que se ha usado en otras tantas como las del estudio Laika, en casos como Los mundos de Coraline (de la que ya te hablamos en el número 10 de la revista) u otras famosas como Chicken Run, Frankenweenie, Pesadilla antes de Navidad o la reciente Kubo y las dos cuerdas mágicas. Sin duda, todo un modelo fílmico muy trabajado con un resultado impoluto.
Las diferencias entre la novela y la película son unas cuantas, pero se respetan los elementos más importantes. La película ha hecho un gran trabajo para resumir un libro compuesto por muchas escenas individuales, anecdóticas, y crea un filme coherente, con sentido, que reúne en sesenta y seis minutos todo el relato. De esta forma, la película es más amena que el libro, pues su narrativa es mucho más lineal y está mejor hilada.
Además, se ha hecho un gran trabajo de caracterización de los personajes. Las descripciones y los rasgos que los definían han sido trasladados de manera fiel y meticulosa. Incluso todo aquello que se leía entre líneas está reflejado de manera audiovisual. Es cierto que el libro incluye muchas otras escenas que no llegamos a ver en la adaptación, pero, en este caso, no nos ha parecido algo negativo. Quien busque profundizar en Calabacín y sus amigos, siempre tendrá las pequeñas historias del libro.
En cualquier caso, si en algo supera claramente la película al libro es en la forma en que se mezcla la comedia y el drama, lo trágico de la vida de estos niños y la manera que tienen de vivirlo. La película consigue una naturalización de temas muy duros que no se censuran cuando su público potencial es el infantil. El libro ya hacía un buen trabajo en este aspecto, pero la película ha sabido refinarlo.
En definitiva, las dos opciones son una buena manera de adentrarse en una historia sencilla, humana y dura como La vida de Calabacín, pero desde El Templo creemos que la película quedará para la posterioridad.