Hace diez años que Por trece razones fue publicada por primera vez. Miles de ejemplares vendidos después, Netflix la convirtió en una serie que se estrenó el pasado febrero. Antes de que comiences a leer nos gustaría advertirte: la serie es muy dura, con imágenes explícitas y que podrían da- ñar tu sensibilidad. Lector, si padeces algún tipo de enfermedad mental, no te arriesgues a ver esta serie.
La historia de Por trece razones arranca con el suicidio de Hannah Baker a comienzos de su penúltimo curso de instituto. Clay, un compañero de clase, recibe unos días después siete cintas donde Hannah narra trece razones que la llevaron a tomar esta decisión. Cada una de las razones está unida a un nombre: Justin, el guapo deportista que la besó por primera vez; Jessica, la que fuera su mejor amiga; Dustin, el fotógrafo del anuario… Muchos son los motivos por los que la adolescente acabó al borde del precipicio. ¿Se la podría haber ayudado? ¿Habría cambiado algo si alguien se hubiera dado cuenta de lo que estaba ocurriendo?
¿Somos todos culpables de su muerte?
Muchas son las diferencias entre la novela de Asher y la serie producida por Selena Gómez. La principal radica en la duración: mientras que el libro sucede en una sola noche, en la que Clay escucha todas las cintas, la serie abarca varias semanas. Así, a diferencia de la novela, no solo tenemos los puntos de vista de Hannah y Clay, sino que observamos las historias de todos los implicados. Además, la introducción de los padres de Hannah como personajes principales del mosaico que conforma Por trece razones es un gran acierto, ya que gracias a ellos vemos de forma mucho más clara las consecuencias del suicidio.
Otra de las diferencias principales es la caracterización del personaje de Clay: si en la serie es un chico introvertido y sin muchos amigos, en el libro es un chico popular, por lo que Asher rompe el cliché de que solo los marginados pueden ser amables.
A pesar de ello, la esencia y la mayor parte de los sucesos de la novela se han mantenido de forma muy fiel en la serie, por lo que esta es como una expansión de la novela, más que una reinterpretación. Ambas presentan una visión de los profesores interesante y bastante cruda, ya que no los muestran como en la mayoría de las series y libros juveniles, donde siempre hay un ángel de la guarda que abraza al protagonista triste e independiente. En Por trece razones se critica abiertamente un sistema educativo basado en las notas y no en la salud de los alumnos.
Además, la serie ha estado envuelta en polémica desde su estreno al tratar temas como el bullying o el suicidio en adolescentes. ¿Serie necesaria u otra ficción que simplifica las enfermedades mentales? Unidas a esta pregunta se encuentran sus principales críticas: una posible romantización del suicidio, peligrosidad de los contenidos de la serie para personas que padecen enfermedades mentales, y exposición del suicidio como venganza.
Parece inconcebible plantear el romanticismo del suicidio cuando vemos a la madre de Hannah, encarnada por una maravillosa Kate Walsh, tirada en el suelo del cuarto de su hija, oliendo la ropa de alguien a quien no volverá a abrazar, o encontrándola tras el suicidio.
Y, por otro lado, ¿es dejar las cintas una venganza o una forma de que su historia no se pierda, de que cada uno sea consciente de sus actos?
En definitiva, Por trece razones es un retrato sin anestesia de una de las etapas más duras de los jóvenes en la actualidad. ¿Se ha de hacer ficción que represente la realidad, aunque el mensaje no sea del todo positivo? Cuéntanos tu opinión de la que ya es la serie más comentada de la historia de Twitter mencionando a @Templo_revista con el hashtag oficial #Por13Razones.