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El año que dejamos de jugar
Caroline Link

Alfaguara
Del papel a la pantalla El Templo#84 (octubre 2021)
Por Elena Romero
2.054 lecturas

Alemania, 1933. Anna es una niña judía de nueve años que vive en Berlín con su hermano mayor y sus padres. Sin embargo, la burbuja de la infancia se va desvaneciendo a medida que los tambores de la guerra se hacen más fuertes, los nazis van ganando poder y el temor y la incertidumbre sobrevuelan la ciudad.

El primero en huir es su padre. Al fin y al cabo, es el que corre más peligro. Es un célebre crítico cultural, con una fama creciente al señalar abiertamente el fascismo. Así empieza la travesía de la familia por Europa; para Anna, sin embargo, significa unas largas vacaciones en Suiza y Francia.

Antes de abandonar su hogar, la niña tendrá que tomar una importante decisión: como en la maleta solo hay espacio para lo básico, tendrá que dejar su viejo conejo rosa en Berlín. Muy en el fondo, Anna sabe que tardará en volver a pisar la ciudad en la que nació.

El año que dejamos de jugar, producción alemana estrenada en 2019, es la adaptación de la célebre novela autobiográfica Cuando Hitler robó el conejo rosa, publicada en 1971 por Judith Kerr y destinada a un público infantil. Tras las cámaras está Caroline Link, directora de En un lugar de África, que obtuvo el Óscar a mejor película extranjera en 2002. Su amplia experiencia dirigiendo niños y el talento de la pequeña intérprete Riva Krymalowski hacen que Anna sea el pilar fundamental de la historia.

La pérdida de la infancia, o más bien la infancia que le arrancan a Anna, es el hilo conductor de la película, de la misma forma que también lo es en el libro. A través del viejo peluche, tanto la escritora como ahora la directora ilustran este conflicto.

La escena más memorable, que resume perfectamente la esencia de esta historia, es el momento en el que Anna se esconde de unos niños disfrazados de nazis durante una fiesta. Así la conocemos y así la veremos a lo largo de la película: escondida de los villanos del cuento, aunque quizá ni ella misma sabe todavía por qué. Quien se adentre en esta adaptación en busca de los horrores cometidos por los nazis durante la dictadura de Hitler, probablemente acabará decepcionado. Durante el relato, Anna se evade continuamente del verdadero significado de exilio; para ella, más bien se trata de una aventura en familia. Caroline Link se centra en la cotidianidad: el cambio de país, la barrera del idioma, sobre todo en lo que a problemas en el colegio se refiere… La perspectiva infantil es fundamental, aunque el miedo y la incertidumbre estén como telón de fondo. Eso no quita que, como espectadores, podamos sentir la melancolía de Anna al perder su hogar y su bienestar.

La película se centra más que el libro en la figura del padre, reforzando la complicidad que este tiene con su hija y creando algunos diálogos entre ellos para añadir más dramatismo a la historia. Caroline Link busca con esto hacer una película más familiar, que interese también a los adultos, aunque sin perder de vista la perspectiva infantil.

La oscuridad vivida durante los años del nazismo se encuentra en otros elementos como la banda sonora, la mayor parte a piano, que acentúa ese sentimiento de melancolía, nostalgia y pérdida. También en algunos diálogos que Anna oye de casualidad, de refilón, siempre entre adultos. Todos tienen algún conocido atrapado en Alemania que no ha tenido la suerte de los exiliados. Hay escenas que funcionan más bien como viñetas, en clave más cómica o anecdótica, como el momento de comprar material escolar en un idioma desconocido, o cuando Anna tiene que probar comida extraña para ella.

Judith Kerr falleció con noventa y cinco años en 2019. Siguió creando hacia el final de sus días. Creemos que se habría sentido orgullosa de la adaptación de su obra más célebre, sobre todo al comprobar la delicadeza con la que la directora explora el mundo a través de la mirada de Anna. El año que dejamos de jugar es una película capaz de conmover a cualquier tipo de público, sin importar la edad que tenga. Sin embargo, es una oportunidad especial para que los jóvenes se acerquen a una de las mayores tragedias de nuestra historia y sus consecuencias a lo largo del tiempo.