Cuando el caballero Ballister Bravocorazón es acusado de un crimen que no ha cometido, se ve obligado a dar la espalda a la sociedad y llevar una vida de villano. Pero la llegada de la cambiaformas Nimona, que aparece de la nada y se presenta como su secuaz, vuelve a poner su mundo patas arriba y le ofrece la oportunidad de obtener la redención que merece. Mientras tanto, el caballero Ambrosius Pieldorada, a las órdenes del poderoso Instituto, se lanza a la persecución de su antiguo compañero.
Con una atractiva ambientación medievo-futurista y un potente discurso en torno a la otredad, Nimona adapta el cómic homónimo de N. D. Stevenson con guion de Robert L. Baird, Lloyd Taylor y Pamela Ribon, y dirección de Nick Bruno y Troy Quane.
El camino de Nimona hasta nuestras pantallas ha sido largo y tortuoso. La producción de la película comenzó a cargo de Blue Sky Studios, subsidiaria de 20th Century Fox, pero finalmente fue cancelada en un estado muy avanzado tras la compra de la empresa por parte de Disney y el cierre de Blue Sky. Ante la negativa de la casa del ratón a continuar con la película (presuntamente por la inclusión explícita de personajes LGTB), Annapurna Pictures la rescató del abandono y la lanzó en Netflix en junio de este mismo año. El estreno ha cosechado gran éxito entre público y crítica y ha llegado a España con doblaje en las cuatro lenguas cooficiales del Estado, un hito tristemente infrecuente.
Nimona aterriza, además, en un momento dulce para la animación estadounidense. En el escenario post Spider-Verse hemos visto auténticas joyas animadas como Los Mitchell contra las máquinas, Arcane, Red o El gato con botas: el último deseo , y Nimona es el último triunfo en la larga estela de una industria en estado de gracia, con una animación que difumina la línea entre el 2D y el 3D y una dirección artística de escándalo.
La transición de webcomic a largometraje parece haber sentado bien al universo de Nimona, que ahora se presenta con una trama más cohesiva sin renunciar a su lado más gamberro. Es también una historia mucho más abiertamente queer y, por lo tanto, una realización plena de los temas y las dinámicas que ya se habían sembrado en el material original, con el romance entre Ballister y Ambrosius en el centro de todas las miradas.
Aunque no todos los ingredientes del original han sobrevivido a la transformación. En la entrevista que publicábamos hace un año, N. D. Stevenson destacaba su interés por explorar el mundo de Nimona desde el punto de vista de los villanos: «me interesa mucho la humanidad de esas personas a las que se tacha de ”los malos” […] Y, por supuesto, hay algo más detrás: hay una persona que se beneficia de referirse a él como el villano y que le empuja a actuar como tal». Si bien esa idea sigue presente en la película, su ejecución es mucho más tímida. Si en el cómic Ballister era un criminal en los márgenes y Ambrosius un arrogante príncipe encantador, aquí ambos personajes estrenan nuevas tramas que los arrinconan inequívocamente en el lado del bien. El primero se convierte en un héroe traicionado con ojos de cachorrito, y el segundo en un caballero de corazón puro al servicio de una institución corrupta, sin ningún rastro de la ambigüedad moral que impregnaba la obra de Stevenson. El guion la sacrifica en un intento de que empaticemos a toda costa con unos personajes domesticados, con un temor inexplicable a dejar que aparezca la duda.
El personaje que destaca como nunca es la propia Nimona, que aprovecha cada segundo en escena para comerse la pantalla. Su presencia es un alardeo constante de energía y buen rollo que solo en el medio animado podría alcanzar las cotas de expresividad que la cambiaformas merece. No solo es que apruebe con nota, sino que nos hace sonreír con los dientes muy muy afilados cada vez que aparece en pantalla. Ella es también la protagonista de los momentos más emotivos de la película, y la única que se atreve a coquetear con esa estrecha frontera que separa el bien del mal.
Nimona ha cambiado de forma, sí, pero sigue siendo tan divertida, voraz y desacomplejada como el primer día, y desde El Templo lo celebramos con entusiasmo. Su versión cinematográfica apunta a ser una de las películas animadas del año (y no es por falta de competencia), a la que solo podríamos haberle pedido que fuera tan valiente para ser gris como lo es para ser tierna.