Cierre de fronteras, una cuarentena... suena vagamente familiar. En tiempos convulsos habrá sin duda tanto quien optará por acercarse a temas «de actualidad» como quien preferirá hacer de la lectura un territorio confortable. Mi vida ahora, sin embargo, no es una historia bélica al uso.
La novela fue publicada por primera vez en castellano en 2006 bajo el sello Gran Angular de SM. Más tarde en 2016, la editorial le daría un lavado de cara, dos años después del estreno de su adaptación cinematográfica en España, y año en que la autora era galardonada con el premio Astrid Lindgren. El recorrido de la novela en nuestro país ha sido algo tortuoso, pero debemos de reconocer que ha envejecido muy bien y que la hemos disfrutado incluso más que la primera vez.
La narradora y protagonista del libro es Daisy, una chica estadounidense de quince años que llega a Inglaterra para pasar el verano con su tía y sus primos, y durante el que estalla una guerra mundial. En la adaptación, de narradora Daisy pasa a focalizadora, siendo así a ella (interpretada por Saoirse Ronan) a quien seguirá la cámara. Este es el primero de bastantes cambios que la película introduce, comprensible en este caso debido al nuevo medio. En la novela, Daisy nos confiesa que su padre y su madrastra la mandan con sus primos como resultado de su negativa a comer, pero pronto encuentra cierta paz; en la película, se muestra al personaje de Daisy en un punto de gran conflicto, que estalla con mucha más facilidad —sobre todo ante las miradas de Edmund (interpretado por George MacKay), el interés amoroso—.
Si en la novela Isaac y Edmund tienen catorce años y son gemelos; en la película, Isaac (interpretado por un adolescente Tom Holland) sigue teniendo catorce años, pero tiene un carácter muy distinto: ahora sí habla y su vínculo con los animales pasa a Edmund, como también lo hace su habitual silencio. Además, se prescinde del hermano mayor, Osbert, de dieciséis —papel y edad que pasa a Edmund—, y se incluye el personaje de Joe, un vecino.
La película juega, así, con las piezas del libro, pero introduce a estos personajes de personalidades «alteradas» que cambian, en consecuencia, el desarrollo de la historia. Las negativas de Daisy a participar en las actividades estivales de los primos son más frecuentes que en el libro, y la dirigen más hacia la parte romántica que hacia la familiar. Es curioso cuanto menos que, basando la relación amorosa de los primos en algo más carnal de lo que lo es en el libro —aunque esa carnalidad sea también parte de su vínculo—, el director sienta la necesidad de justificarlo y validarlo. Ve la necesidad también de masculinizar en cierta medida al Edmund prestado de la novela.
Aunque la adaptación sí que recoge la sensación de «cúpula» frente a un mundo en guerra de la fuente original, la historia de una y otra terminan por bifurcarse, al menos en esencia: mientras que la novela se sustenta en su carácter confesional, la película se decanta por la parte bélica. Esta busca no solo formas distintas de romper con la calma —cosa que el libro es capaz de conseguir con una sola línea—, sino que también alarga escenas, acorta sucesos que se expanden más en el tiempo e insiste en hacer palpable el sentimiento de desasosiego. No decimos con esto que el libro no sea crudo y realista, al contrario: mediante el uso de únicamente dos escenas muy gráficas es capaz de mostrar la brutalidad de la guerra sin necesidad de lo gratuito de la película.
De querer experimentar ambas y si se empieza por la novela, recomendamos alejarse un poco de ella antes de ver la adaptación. En el caso de ver primero la película, no dudes en dirigirte al libro si unos días después la historia o sus personajes siguen rondándote la cabeza.