Tras la muerte de sus padres por un brote de cólera, la joven Mary Lennox es enviada a Inglaterra, donde vivirá en la fastuosa mansión de su tío. Acostumbrada a una infancia en la India rodeada de sirvientes, su nueva vida supondrá un choque cultural y de valores. Ni el ausente tío Archibald, aún atormentado por la pérdida, ni el humilde personal de la casa le darán la atención que pide a gritos.
En uno de sus solitarios paseos por los jardines descubre, casi por accidente, un idílico jardín amurallado en el que nadie ha puesto un pie en muchos años. Es, a todas luces, un jardín secreto, pero no lo será por mucho tiempo, como tampoco lo será la soledad de Mary. Pronto conocerá a Dickon, un amigable chico de los páramos; y a Colin, un joven enfermo que se oculta en una habitación remota de la mansión y dice ser su primo. Ellos se convertirán en sus primeros amigos y compañeros de aventuras, y juntos descubrirán los secretos del jardín y su pasado familiar.
Desde su publicación en 1910, el perenne jardín secreto de la británica Frances Hodgson Burnett ha aparecido en múltiples ocasiones en la gran y pequeña pantalla, y ahora regresa con dirección de Marc Munden y guion de Jack Thorne.
No es la primera vez que Thorne se encarga de adaptar una novela juvenil (ya lo hizo con la divisiva obra de teatro Harry Potter y el legado maldito y la serie de La materia oscura). Quizá para desmarcarse de versiones anteriores y aportar una nueva mirada, se aleja considerablemente de la obra de Burnett. En esta ocasión, la acción se traslada de principios de siglo a 1947, después de la Segunda Guerra Mundial y la partición de la India (una decisión que, por otra parte, no tiene ninguna consecuencia). Colin Firth interpreta a una versión más atormentada y amenazante del tío Craven, y el resto de secundarios pierde presencia en la misma medida en que él la gana. La Sra. Medlock (Julie Walters) y Martha (Isis Davis) apenas son relevantes, y el jardinero Ben Weatherstaff desaparece por completo, sustituido por un perro. Sí es cierto que el guion agiliza la trama, opta por un desarrollo más climático, y añade complejidad a la relación de Mary con su madre a través de flashbacks.
Los cambios en la acción, aunque notables, son el menor de los problemas de esta adaptación, cuya propuesta temática palidece en comparación con el material original. Aunque el reparto hace un trabajo más que correcto, no compensa las carencias del guion, que recoge a grandes rasgos la forma del libro mientras descuida el fondo. Thorne se queda en la anécdota pero no entiende qué hacía especial al texto, lo que da como resultado una historia aparentemente similar pero fundamentalmente diferente. La evolución de Mary (Dixie Egerickx), que venía de la mano de su contacto con otros personajes más humildes, es ahora mucho menos pronunciada al desaparecer la mayoría de esas interacciones, y desde el principio se muestra una versión más humanizada de la pequeña. La historia se centra en un jardín que en el original era casi simbólico, y aquí se emplea para desplegar una fotografía llena de color y presentar composiciones de fantasía. Este es, probablemente, el cambio más agradecido, pero también el más trágico. La propuesta visual es lo mejor de la película, pero en la novela de Burnett la fantasía residía en la mirada de los personajes, mientras que aquí se literaliza en favor del espectáculo visual, eliminando el universo de sutilezas del texto original.
Aunque pobre como adaptación, esta versión de El jardín secreto es, por méritos propios, una película bonita, a falta de un adjetivo mejor. Munden y Thorne no han logrado descifrar los secretos del clásico, pero firman una cinta que se deja disfrutar en estos momentos en los que estamos hambrientos de cine.