En 1991 L. J. Smith publicó en Estados Unidos Despertar, el primer volumen de una saga de vampiros en el instituto. Aunque el libro tuvo sus fans, no fue un fenómeno de ventas, y L. J. Smith siguió publicando romance paranormal con un éxito relativo a lo largo de los noventa. Con Crepúsculo y el boom de los “vampiros con sentimientos”, la tranquila trayectoria de esta autora pegó una sacudida: sus libros se tradujeron a varios idiomas, se revistieron con portadas negras y rojas, y se vendieron los derechos de su saga más crepusculera, Vampire Diaries, para hacer una serie para televisión.

En España la saga se tituló Crónicas Vampíricas, se está empezando a emitir la segunda temporada de la serie y hace pocos meses la editorial Destino lanzó Damon, el retorno, el primer volumen de una saga secuela. Está claro que la historia tiene potencial y que puede dar mucho de sí.

La saga inicial narraba los extraños sucesos ocurridos en Fell’s Church y cómo la aparición de dos hermanos vampiros alteró la paz de este pequeño pueblo. Por un lado teníamos a los humanos normales y corrientes: Elena, rubia y popular, cuyos padres acababan de morir en un accidente de tráfico y que vivía con sus tíos y su hermana pequeña; Meredith, la amiga sensata, Bonnie, que tenía cierto toque de pitonisa, y Caroline, la amiga de la infancia que ya no le caía bien a nadie. Por otro lado estaban los vampiros: Stefan, el hermano bueno y responsable, Damon, mucho más poderoso y terrorífico, y Katherine, un recuerdo del pasado, un fantasma, un misterio.

Si sólo habéis visto la serie televisiva a lo mejor estáis pensando: “¿qué?”. Exacto. A primera vista uno puede pensar que cualquier parecido entre los libros y la serie es pura casualidad: las descripciones físicas de los personajes no coinciden, Meredith desaparece aunque Caroline ocupa en parte su lugar, los hermanos Salvatore ya no proceden del renacimiento italiano sino del siglo XIX y del propio Fell’s Church, y la hermana pequeña de Elena... ¿qué hermana pequeña? Ahora es un hermano quinceañero, que da mucho más juego. La lista de diferencias y semejanzas es infinita: cuanto más avanza la serie, menos se parece su historia a la del libro, aunque de vez en cuando nos sorprenden al mantener ciertos detalles.

Hay que reconocer que, pese a todo, el espíritu de los libros se mantiene en muchos sentidos. El verdadero origen de la historia es el increíble parecido entre Elena y Katherine, algo que en el libro acababa siendo anecdótico pero que en la serie podría tener su explicación. El triángulo amoroso entre Stefan, Elena y Damon también se mantiene, así como los esfuerzos de ciertos habitantes de Fell’s Church por acabar con los vampiros. Y con estos tres elementos, más o menos, ya tenemos la trama.

La serie es muy emocionante y está llena de giros inesperados. Hay bastante coherencia entre unos capítulos y otros, aunque por supuesto en este sentido los libros salen bastante mejor parados. La historia de L. J. Smith tenía más unidad, pero en la serie de televisión pasan muchas más cosas, tenemos ocasión de conocer a más personajes y de disfrutar más de los protagonistas. En algunas ocasiones la historia resulta un pelín difícil de creer (dentro de poco va a haber más vampiros que humanos en ese pueblo), pero no parece que al público le preocupe: la serie cada vez tiene más éxito y los actores principales ganan en popularidad.

Si no te van las protagonistas pusilánimes, si quieres menos moraleja y más acción, si te gustó Ian Somerhalder en Perdidos y quieres verlo interpretando a Damon... dale una oportunidad a Elena y a los hermanos vampiros: puedes comprar el libro, que Destino ha publicado en edición de bolsillo por 13€, o ver los primeros capítulos de la serie, que mejora a medida que avanza. Y no te pierdas la entrevista que hicimos a L. J. Smith en el noveno número del templo, donde contestó sin tapujos y extensamente a todas nuestras preguntas.