En 2010, Jandy Nelson irrumpía en el panorama de la literatura juvenil con una novela sobre el duelo que cautivaba a quien la leía por su prosa poética y el variopinto grupo de personajes que acompañaban a la protagonista. Los derechos para la adaptación cinematográfica llevaban desde el 2015 en manos de productoras, pero no fue hasta 2019 que el proyecto encontró su camino y se encauzó hasta llegar a la película que el 11 de febrero se estrenó mundialmente en la plataforma online Apple TV+.
El cielo está en cualquier lugar nos cuenta la historia de Lenny, que acaba de perder abruptamente a Bailey, su hermana mayor, de una enfermedad cardiaca no diagnosticada. El dolor, la pena y el duelo forman ahora parte de su vida, y como hermana pequeña que vivía en la estela que dejaba la carismática y extravertida Bailey, Lenny no sabe qué hacer ni cómo seguir adelante sin ella. Y está tan bloqueada que ha perdido, además, su otro gran amor: la música.
Cuando vuelve al instituto tras la pérdida, se encuentra con un nuevo estudiante, Joe Fontaine, que enseguida llama su atención por su talento musical... y porque es muy guapo. Mientras, su abuela intenta ayudar al novio de su hermana invitándole a cenar a menudo. Cuando por fin este acepta la invitación, Lennie y él conectan a través de su duelo como nunca lo habían hecho antes, tanto que entre ellos nace una relación no muy sana.
Que la propia Jandy Nelson firme el guion beneficia sobremanera la trama de la película. Hay diferencias, claro, pero sobre todo se trata de elementos que no se ajustan al nuevo formato. Por ejemplo la historia de la madre de Bailey y Lennie, eliminando así una trama del libro que en la película habría sido excesiva, o el final, que es un poco más cinematográfico.
El elenco, encabezado por la jovencísima Grace Kaufman, hace un buen trabajo con sus respectivos personajes: desde la locura de Sarah, la mejor amiga de Lennie (Ji-young Yoo), hasta la «chica mala» Rachel (Julia Schlaepfer), aunque ambas tienen muy poco metraje en el filme. Por su parte, Jacques Colimon como el atractivo y talentoso Joe Fontaine, y Jason Segel y Cherry Jones como el tío Big y Gram, respectivamente, nos dan a los fans del libro una interpretación cautivadora de lo que antes solo conocíamos en nuestra imaginación. Además, la directora Josephine Decker ha conseguido ponerle imagen a la vibrante imaginación de Lennie, y si bien, en el tema principal de la película, el duelo, no ha conseguido darle toda la profundidad que se encuentra en el libro, el resultado no decepciona. De la misma forma que el libro da un mensaje esperanzador (aunque melancólico) de lo que es la vida tras una pérdida tan importante, la película trata el asunto con suavidad y sin dramatismos, hasta con humor. La música, muy indie, contribuye mucho a esto.
El mayor «pero» que se le puede poner a esta adaptación es quizá que se queda un poco en la superficie. Es evidente que en apenas 100 minutos de película no pueden desarrollarse las emociones de la misma manera que en las 300 páginas del libro; sin embargo, eso no quita que la rapidez con la que algunos sucesos ocurren le reste profundidad a la trama. Esto también se nota en el personaje de Bailey. Aunque en la película la conocemos a través de flashbacks, que aportan más visibilidad al personaje, sus apariciones son tan cortas y triviales que Bailey pasa a ser totalmente secundaria, cuando en la novela se la podría considerar casi coprotagonista.
Si has leído el libro y te gustó mucho, es posible que la adaptación no te llegue al corazón como lo hizo la novela; pero como película coming-of-age cumple su misión y es ideal para pasar un buen rato.