El viernes 24 de febrero tuvo lugar en el Espacio Bertelsmann de Madrid la presentación de Rojo y oro, lo último de Iria G. Parente y Selene M. Pascual. Ambas autoras, acompañadas por la ilustradora del libro, Mar del Valle, y el booktuber y redactor de esta revista Sebastián G. Mouret, nos guiaron a través de los entresijos de su nueva novela.
En esta ocasión, las autoras se han alejado de lo que solía ser su zona de confort para traernos una historia de ambientación grecolatina, donde mitos y dioses son los grandes protagonistas. Como suele ser habitual, los dos narradores son los dos protagonistas, que este caso son Asteria y Orión: una amazona obligada a ser gladiadora y un dios hijo de Némesis. Sin embargo, en esta ocasión nos encontramos con una nueva forma de narración: los cantos, pequeñas secciones de narración en tercera persona que nos ofrecen una visión más amplia de la acción.
Después de una breve ronda de preguntas, donde se trataron temas tan diversos como el origen de la novela o sus deidades favoritas llegó el momento de la firma, aunque antes pudimos ser testigos de una escena ciertamente tierna.
El cumpleaños de Selene había sido el día anterior, e Iria decidió que no había nada mejor que una tarta para terminar aquella reunión. Una reunión en la que casi podía respirarse la familiaridad que suele acompañarlas. La tarta terminó siendo catada por gran parte de los presentes, pero las actividades preparadas para aquella presentación no terminaron ahí.
La editorial Alfaguara había preparado para todos los asistentes un photocall inspirado en la novela, además de una postal con una ilustración exclusiva de Asteria, que repartieron entre todos los asistentes. Además, la ilustradora realizó un dibujo dedicado a los primeros veinte asistentes, mientras que a los cuarenta primeros se les caracterizó como a los personajes de la novela.
Así pues, con ambiente festivo y lleno de sorpresas, la presentación de Rojo y oro nos deparó secretos, diosas rencorosas y gladiadoras vengativas, y creemos poder decir que nadie salió de la sala decepcionado.