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Entrevista a...

Laura Gallego García

El Templo #31 (diciembre 2012)
Por La Redacción
17.148 lecturas
Laura Gallego es un nombre de referencia de la literatura española. En par­ticular, de la juvenil. Tras ganar el premio Barco de Vapor con tan solo 21 años por Finis Mundi, su primera novela publicada, no ha dejado de deleitar a lectores de todas las edades con historias cargadas de personajes y tramas inolvidables. Memorias de Idhún es su obra más conocida, pero ni de lejos la única. Ángeles y demonios, doncellas guerreras, hechiceros, elfos, futbolistas, vampiros y has­ta golems pueblan las páginas de sus libros. Este año, Laura se ha alzado con el Premio Nacional de Literatura Juvenil por Donde los árboles cantan y nosotros no hemos querido dejar pasar la oportunidad de volver a charlar con quien, hace ya un lustro, nos concedió la primera entrevista de El Templo.

Hace 5 años que te entrevistamos, en el primer número de nuestra revista. Desde entonces has publicado Dos ve­las para el diablo, los seis libros de Sara y las Goleadoras, Mago por ca­sualidad y Donde los árboles cantan, que acaba de recibir el Premio Na­cional, así que queremos empezar la entrevista felicitándote por tu éxito y dándote las gracias, como lectores que somos, por tu constancia.

¡Muchas gracias a vosotros! Y enho­rabuena por esos cinco años y por el mag­nífico trabajo que hacéis en favor de la literatura juvenil.

Acabas de recibir el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Donde los árboles cantan, una novela de superación ambientada en un medievo fantástico. ¿Se acabaron los prejuicios por parte de las ins­tituciones hacia las historia de fantasía o crees que en realidad nunca los ha habido?

Sí que los ha habido. Se tiende a pen­sar que una historia solo puede ser «seria» si es realista, que la literatura fantástica es puro escapismo. Y sobre esto he de de­cir dos cosas: en primer lugar, se pueden tratar temas muy interesantes, profundos y universales a través de un relato fantás­tico. Y en segundo lugar, incluso aunque una novela fantástica solo busque entre­tener, si cumple su objetivo, ¿qué hay de malo en ello? Creo que no hay que prejuz­gar una obra por su género. Se pueden es­cribir buenas y malas novelas fantásticas, y lo mismo puede decirse de las novelas realistas, de las de misterio... Pienso que hay que valorar lo redonda que sea una obra, independientemente del género en el que se inscribe. Pero sí es verdad que tradicionalmente ha habido mucho prejui­cio hacia el fantástico, y por eso creo que el hecho de que hayan premiado Donde los árboles cantan es una buena señal. Yo personalmente estoy encantada, porque no me lo esperaba; ha sido una sorpresa y una gran alegría para mí que el jura­do haya optado por mi novela, cosa que agradezco profundamente. Y creo que también es bueno para los aficionados a la literatura fantástica en general, porque poco a poco se van superando prejuicios con respecto al género.

De todas formas, hay que seña­lar que el jurado del Premio Nacional no siempre ha estado cerrado en banda a la literatura fantástica. En 1985, por ejem­plo, se lo otorgó a Joan Manuel Gisbert por una excelente novela fantástica: El museo de los sueños.

Mago por casualidad está dirigido a unos lectores un poco más pequeños que tu público habitual. ¿Ha sido un libro muy diferente de escribir? ¿Has notado un gran cambio en la reacción del público?

Es difícil contestar a esto, porque Mago por casualidad es una obra que escribí hace ya algunos años, aunque se haya publicado ahora. Y no recuerdo muy bien en qué pensaba entonces. Sí puedo decir que en la reescritura lo he pasado muy bien. Es un libro con mucho humor, y lo he disfrutado mucho, hasta el punto de plantearme la posibilidad de escribir una segunda parte. Será interesante ver cómo me enfrento a ella después de tanto tiempo, si soy capaz de recuperar el tono del primero. Confieso que me siento un poco insegura cuando escribo literatura infantil, porque tengo menos experiencia y además, por el momento recibo poco feedback, ya que la mayor parte de mis lectores son mayores de 12 años. Es curio­so, porque también la mayor parte de los comentarios, críticas y reseñas que he re­cibido de este libro pertenecen a jóvenes lectores, no a niños. Casi todos coinciden en decir que les ha gustado, «pero» que se nota que es un libro infantil. Natural­mente que lo es. Los niños también tienen derecho a leer, ¿no? De todos modos, me conformo con que a cualquier persona que lo lea, tenga la edad que tenga, le resul­te cuanto menos distraído y le haga pasarun buen rato. Sé, sin embargo, que con el tiempo el libro irá encontrando a sus propios lectores; soy consciente de que muchos de mis lectores habituales le die­ron una oportunidad solo porque lo había escrito yo, aunque no correspondiese en principio a su tramo de edad. Me pasó lo mismo con Sara y las Goleadoras: primero llegó a manos de algunos lectores habi­tuales míos, que leyeron al menos el pri­mer libro porque era una serie escrita por mí. Y al principio todos los comentarios que me llegaban eran de adolescentes o jóvenes; a algunos les gustaba, y otros de­cían que no estaba mal «pero» se trataba de novelas para lectores más jóvenes y, además, no eran de género fantástico (es un poco el mundo al revés: lectores que han sufrido los tradicionales prejuicios ha­cia la literatura juvenil y/o fantástica, re­producen el mismo comportamiento hacia la literatura infantil y/o realista). Es ahora cuando empiezo a recibir comentarios de gente que ha leído los libros y los ha elegi­do específicamente por la temática o por la edad a la que parecían dirigidos. Así, recibo cartas de niñas (sobre todo niñas) de ocho o nueve años que me han descu­vierto gracias a Sara y las Goleadoras. Es­pero que, con el tiempo, suceda lo mismo con Mago por casualidad.

 

Sabemos que uno de tus próximos pro­yectos es Héroe por casualidad, se­gunda parte de Mago por casualidad. ¿Qué nos puedes contar sobre esta novela? ¿Contará con Ratón y el resto de personajes del primer libro? ¿Habrá más continuaciones?

Todavía tardaré bastante en escri­birla, pero tengo la trama principal, más o menos. Y sí, saldrá Ratón, y algunos de los personajes del primer libro. Me gusta­ría recuperarlos a todos, pero no creo que sea buena idea, porque también quiero introducir algún personaje nuevo. De mo­mento es pronto para decir si habrá más continuaciones. Primero habrá que ver qué tal se me da Héroe por casualidad.

En abril de 2013 podremos disfrutar de tu nueva novela: El Libro de los Portales. Según la sinopsis es una historia de intri­ga y fantasía, pero sin criaturas fantás­ticas, coral y ambientada en un mundo inventado. ¿Nos puedes contar algo más en exclusiva para nuestros lectores?

En realidad ya he contado mucho más. He puesto la sinopsis oficial en mi página web, y en ella se desvela que la historia gira en torno a una institución, la Academia de los Portales, cuyos miem­bros dibujan los portales de viaje que constituyen la red de transporte principal de Darusia, el país en el que se desarro­lla la historia. Y que todo arranca cuando Tabit, un estudiante de último curso, reci­be el encargo de pintar un portal para un campesino. Tampoco puedo contar mucho más sin destripar la trama. De hecho, la sinopsis está muy pensada para poner un poco en antecedentes, pero sin desvelar nada importante.

¿Qué te hace decantarte por una edi­torial y no por otra cuando terminas un proyecto? ¿Qué buscas en ella? Y en el caso particular de El Libro de los Porta­les, ¿por qué has elegido Minotauro?

En primer lugar, es importante que su línea editorial tenga relación con el tipo de literatura que yo hago. Últimamente, además, y puestos a elegir, tengo en cuen­ta dos cosas: la primera es que la editorial tenga una buena distribución en España y que llegue también a América Latina, algo que desde hace un tiempo es ya una con­dición básica para mí. La segunda tiene que ver con la gente con la que voy a tra­bajar. Al final llegas a conocer a muchos editores aunque no hayas trabajado nunca con ellos, y hay algunos con los que ten­go una buena relación y me apetece, por tanto, iniciar un proyecto conjunto. En el caso de Minotauro en concreto, se debe a que se trata de una editorial especializada en literatura fantástica, y cuando yo era adolescente soñaba con publicar con ellosalgún día. Se da el caso, además, de que conozco al editor (José López Jara) desde hace ya algunos años y nos llevamos muy bien. Así que me apetecía mucho trabajar con ellos.

¿Qué nos puedes contar sobre el Pro­yecto Rasalhague que has mencionado en varias presentaciones, aparte de que es sobre vampiros? ¿Recuperarás la figu­ra de la criatura tradicional o la actua­lizarás como otros autores? ¿No tienes miedo de publicar un libro de vampiros, ahora que parece que todo el mundo se ha cansado de ellos?

No, al contrario. De hecho, ese pro­yecto no es uno de los próximos que tengo en mente y probablemente tardaré bas­tante en escribirlo, precisamente porque ha habido una saturación de vampiros y no me apetecía añadir otro más al montón. Así que es una historia que probablemente tarde bastante en ver la luz. Si sale, es muy posible que salga cuando ya nadie hable de vampiros y la tendencia general sea otra diferente. Y yo, la verdad, lo prefiero así.

En Dos velas para el diablo utilizas la pri­mera persona, ¿has pensado retomar esta forma de narrar en alguno de tus nuevos proyectos? ¿Te sentiste cómoda al escribir en primera persona o prefieres la tercera persona, que usas habitualmente?

De momento no tengo planeada nin­guna historia en primera persona. Me gus­ta mucho más la tercera persona porque me permite interiorizar en otros persona­jes, contar cosas que pasan aquí y allá sin depender de la visión del personaje princi­pal, que puede ser bastante limitada. Creo que, si el personaje es interesante, escri­bir en primera persona es una excelente opción. Sin embargo, últimamente me da la sensación de que hay demasiadas no­velas juveniles relatadas en primera per­sona por una protagonista (normalmente es una chica) que no tiene una persona­lidad especialmente interesante, lo cual, a mi modo de ver, impide profundizar en otros personajes y empobrece la novela (y si encima no te cae bien la protagonista, cuesta mucho más entrar en la historia). Yo no lo repetiría, salvo en circunstancias muy excepcionales. Dos velas para el dia­blo es el tipo de libro que pedía algo así. Ya desde el principio, cuando empecé a imaginar la historia, podía «oír» la voz de Cat en mi cabeza; sí, ella tenía una voz propia, y me pareció buena idea profundi­zar en su mundo a través de su punto de vista. De esta forma, además, el punto de giro que se produce más o menos a mitad de novela resulta mucho más sorpresivo.

 

¿Cuáles son tus sueños por cumplir a nivel profesional ahora que se te con­sidera una de las autoras de literatu­ra juvenil española más importantes y has sido publicada en decenas de len­guas distintas?

Pues la verdad, ya no puedo pe­dir más. Lo único que me falta, creo, es que mis libros lleguen con más facilidad a América Latina y, ya que soñar es gratis, que se publicaran en inglés. Pero lo cierto es que estoy más que satisfecha con todo lo que he conseguido.

¿Cuáles son las dificultades que te en­cuentras hoy día y que no te encontra­bas cuando comenzaste a publicar?

Hablar de «dificultades» en mi caso parece un poco absurdo, porque la verdad es que ahora tengo muchas más facilida­des que antes. Si acaso, podríamos hablar de que a veces se producen unas expecta­tivas muy elevadas (no solo por parte de los lectores, sino también desde el pun­to de vista de editoriales, librerías, etc.) y hay que contar con ellas. Eso tiene su parte buena y su parte mala. La buena es que anima un montón a seguir trabajan­do, pero la mala es que provoca un pelín de estrés. He de mantener un equilibrio entre seguir trabajando a mi ritmo, como hacía antes, intentando que no me afec­ten esas expectativas, y al mismo tiempo sin aislarme del todo. A veces me cues­ta más, pero creo que poco a poco voy aprendiendo a encontrar ese equilibrio.

Otra dificultad es que ahora estoy mucho más solicitada que antes; he de rechazar muchas peticiones de eventos, charlas, viajes, visitas y demás porque, si las aceptara, no tendría tiempo para nada más. También es un poco angustioso tener que ir diciendo que no a todo el mundo (porque además, algunos son muy insis­tentes), y me sabe muy mal, pero no he de perder de vista que mi trabajo consiste fundamentalmente en escribir. También en esto he de buscar un equilibrio.

En resumen, digamos que, si hay que buscar una parte negativa entre el antes y el ahora, podría resumirse en que aho­ra me resulta mucho más difícil concen­trarme para escribir, básicamente porque antes nadie se enteraba si yo escribía ono, o a nadie le importaba, así que podía trabajar de una forma más independiente y gestionar mi tiempo a mi manera. Ahora tengo que tener en cuenta muchas otras cosas más, y cuesta mucho más centrarse en un proyecto. Lo cual no significa que no lo haga, solo que he de esforzarme más para conseguirlo.

En la entrevista que te hicimos hace cin­co años comentaste que aún era pronto para hablar del éxito de MDI, pues solo había pasado un año desde que publicas­te Panteón. Sin embargo, a día de hoy, y con cómics, juegos de mesa, traduc­ciones a numerosas lenguas, miles de lectores por el mundo entero, podemos decir que la trilogía es todo un fenóme­no y un hito en la literatura fantástica y juvenil española. Como autora, ¿dónde crees que radica la fuerza de esta histo­ria, que traspasa las barreras impuestas por las modas o la edad?

Pues, la verdad, no tengo ni idea. Lo único que se me ocurre es que es una historia que ha tenido un periodo de cre­cimiento muy largo, desde que empecé a imaginarla allá por 1992 hasta que se pu­blicó La Resistencia en 2004, y hasta que puse el punto y final a Panteón en 2006. Quizá, al haberse «cocinado a fuego len­to», la historia está más desarrollada, el mundo es mucho más rico y los persona­jes tienen más matices que cualquier otra cosa que haya escrito antes o después. Es lo que puedo decir como autora, aunque la pregunta de por qué desata tantas pa­siones quizá habría que planteársela a los lectores. Pero sí es cierto que en 2006 aún no sabíamos si, una vez terminada la tri­logía (y toda la promoción que implicaba el lanzamiento de cada uno de los libros) también se acabaría la «fiebre idhunita». Me alegra decir que no; pero no por los cómics o por las traducciones, sino por el hecho de que el libro sigue moviéndose en librerías de forma fluida a pesar de que ya hace muchos años que no se promociona como novedad. En 2014 se cumplirá el dé­cimo aniversario de la publicación de La Resistencia y a día de hoy sigue habien­do gente que descubre Idhún por primera vez. Lectores de doce o trece años que eran muy pequeños entonces, pero que ahora me escriben para decirme que es­tán leyendo la trilogía o que acaban de terminarla, y que les encanta y se consi­deran idhunitas convencidos. En resumen, Memorias de Idhún se ha convertido en un long seller, que para mí es algo mucho mejor que un best seller, porque significa que los lectores siguen recomendándolo y que sigue leyéndose y gustando más allá de la campaña de marketing que pudo ha­cerse en un momento determinado, y que los lectores actuales no vivieron. Y creo que eso es muy bonito. No sé cuánto du­rará, pero no me importa. Yo me conside­ro más que satisfecha con el alcance que han tenido estos libros y con todo lo que han conseguido. Independientemente delo que pase en el futuro, es un lujo tener lectores de «segunda generación». Y tam­bién es muy bonito que aquellos primeros idhunitas, que ya tienen veintitantos años, sigan recordando la trilogía con cariño.

 

En aquella primera entrevista que te hi­cimos nos hablabas de Dos velas para el diablo (aunque por entonces aún no tenía título) y de Sara y las goleadoras. ¿En qué sentido ha cambiado Laura Ga­llego desde que publicó La Emperatriz de los Etéreos?

El cambio más importante afecta a mi vida personal, porque ahora soy ma­dre y mis prioridades no son las mismas de antes; eso, evidentemente, ha reper­cutido también en mi vida profesional, ya que he tenido que «echar el freno» y tomarme las cosas con más calma para llegar a todo. Viajo mucho menos, paso menos tiempo fuera de casa... pero creo que, a cambio, escribo más y puedo hacer cosas como contestar a las cartas en un plazo razonable de tiempo; en la época idhunita, como estaba siempre de viaje, se me acumulaba el correo y me consta que hubo gente que tardó casi dos años en recibir respuesta a la carta que me había escrito. Eso ya no ocurre, precisa­mente porque estoy más tiempo en casa. También han cambiado mis horarios: an­tes trabajaba por la noche, toda la no­che, hasta que amanecía, porque tenía tantos compromisos que, si no lo hacía así, no había manera de que me cundiera el tiempo. Ahora eso no lo puedo hacer, y en el fondo lo agradezco, porque no es nada bueno para la salud; ahora intento trabajar de forma más organizada para poder compaginarlo todo (lo que se lla­ma «conciliación entre la vida laboral y familiar»), y claro, eso implica renunciar a algunas cosas. Todos estos cambios de hábitos repercuten en mí, por supuesto, y también en mi trabajo. Pero espero que sea para mejor. Que, aunque no pueda llevar la vida ajetreada de antes ni asistir a cientos de eventos, al menos la calidad de mis obras siga siendo igual o mejor que antes. Y, por supuesto, que pueda seguir escribiendo a buen ritmo. Desde luego, ¡proyectos no me faltan!

Sabemos que estás trabajando en tu te­sis doctoral, ¿cómo la llevas? ¿Es más fá­cil escribir un libro propio o transcribir el de alguien, como estás haciendo tú con el Belianís de Grecia?

No tiene nada que ver. Escribir mis propias novelas es un trabajo creativo, mientras que la transcripción es un tra­bajo mecánico. Para que lo entendáis, la única edición que hubo de la Tercera y Cuarta parte del Belianís de Grecia es de 1579. Mi tesis consistía en pasar a ordena­dor el texto, que es muy muy largo (¡ya se escribían tochos fantásticos en el siglo XVI!), para facilitar la posibilidad de que se haga una edición moderna en un fu­turo. Esa era la parte más pesada, y ya está hecha. Ahora estoy terminando la in­troducción teórica a la obra, que también está prácticamente terminada, por lo que espero entregar la versión definitiva de la tesis a finales de diciembre o, como muy tarde, a mediados de enero de 2013.

Hace tiempo te propusieron escribir el prólogo de Beowulf. ¿Cómo fue la expe­riencia? ¿Volverías a repetirla? Más aún, ¿te animarías a reescribir un poema o una novela tal y como hizo Caitlin Kier­nan con este poema anglosajón?

Escribí el prólogo porque me gustó la novela y porque había estudiado el Beowulf en la facultad, así que me tocó la fibra sen­sible en dos aspectos: como filóloga y como lectora de literatura fantástica. Pero no es­toy especialmente abierta a este tipo de co­sas, más que nada porque me quitan tiempo para escribir mis propias novelas. Y creedme, me queda mucho por escribir. Precisamen­te por eso tampoco me llama la atención la idea de reescribir una obra clásica. Al menos no mientras tenga tantos proyectos propios pendientes. Por este motivo también le he dado un empujón a la tesis: para terminarla de una vez, dar carpetazo al asunto y cen­trarme en la literatura creativa.

Sabemos que estás muy al tanto de la literatura juvenil actual. ¿Cómo crees que ha cambiado en estos cinco años? No nos referimos a solo los géneros de moda sino a otros fenómenos como la publicación de libros juveniles en edito­riales de adultos o a la gran cantidad de novelas juveniles que se están adaptan­do a la gran pantalla.

Se ha ganado mucho en visibilidad, que es algo que los autores de LIJ venían mucho tiempo demandando. Y la lite­ratura juvenil, como comentabais, está saliendo del «guetto» colegial en el que parecía confinada, a través de las edicio­nes en trade, de las adaptaciones cine­matográficas o de la publicación en sellos para adultos. Pero creo que la simple exis­tencia de un «género de moda» también hace que las editoriales cierren puertas a otras cosas, sin darse cuenta de que «el nuevo bombazo» nunca suele ser un libro que sigue la moda, sino que rompe con la tendencia, como sucedió en su momen­to con Harry Potter, Crepúsculo, Eragon o Los Juegos del Hambre. Yo por lo menos echo de menos un poco más de variedad en la mesa de novedades, y eso que me encanta la ciencia-ficción. Pero creo que la obsesión con seguir la tendencia puede ser perjudicial para la literatura juvenil a medio-largo plazo, porque contribuirá a difundir la idea de que es una literatura repetitiva, poco original o de poca cali­dad, con lo que, tras haber avanzado un paso, retrocederíamos dos. Por eso pien­so que hay que aprovechar esta visibili­dad que hemos ganado para ofrecer más variedad. Aunque entiendo que, con la crisis, las editoriales no quieran arriesgar. No sé, es complicado. También depende mucho de los lectores. Mi experiencia me dice que, cuando un libro les ha gusta­do, muchos buscan «algo parecido a». Y de eso se nos han llenado las librerías: de «algo parecido a». Pero creo que también hay quienes piden «algo parecido a». Y, en cualquier caso, tampoco hay que me­nospreciar a los lectores. Aunque vayan a las librerías buscando «algo parecido a», también están abiertos a cosas nuevas. De lo contrario, y por poner un ejemplo, Los Juegos del Hambre no habría triun­fado jamás en un mercado dominado por el romance sobrenatural que, según de­cían algunos entendidos, era lo único que interesaba a los lectores juveniles. Ahora todo el mundo publica ciencia-ficción (lo llaman distopías, pero no todas las no­velas de ciencia-ficción lo son). Sin em­bargo, estoy convencida de que, aunque haya una demanda de este género, tarde o temprano aparecerá otra obra radical­mente diferente que generará una nueva tendencia. La pregunta es si las editoria­les están dispuestas a arriesgar para abrir nuevos caminos o si continuarán publican­do «algo parecido a» la última novela de éxito... hasta que la gente deje de leer por puro hartazgo. 

 

¿Qué libros juveniles de los últimos años te parecen imprescindibles?

No suelo contestar a este tipo de preguntas porque no me gusta ofrecer lis­tas o establecer un canon de lo que hay que leer y lo que no. Yo, por supuesto, tengo mis favoritos y mis imprescindibles, pero se trata de una opinión personal que puedo compartir en una conversación in­formal, alrededor de unos cafés, si surge el tema. Pero ¿una lista de imprescindi­bles? ¿Y quién soy yo para decir qué libros son imprescindibles y cuáles no? Eso de­penderá de cada lector, ¿no? Todo el mun­do tiene su lista de favoritos. Y nunca es la misma en todos los casos. ¿Por qué ten­dría que ser más importante la mía que la de cualquier otro lector?

Hace cinco años la publicación de MDI estaba muy reciente y había muchos lectores que esperaban que publicases alguna otra saga similar. ¿Alguna vez has sentido que las expectativas «pesaban» demasiado? Da la sensación de que, una vez que publicas un libro muy exitoso, el segundo tiene que estar «a la altura». En otras palabras: tiene que vender tan­to o más. ¿Qué opinas tú de todo esto?

Sí, pero es algo contra lo que no se puede luchar. Es curioso, porque con La emperatriz de los etéreos lo llevé mucho mejor que, por ejemplo, con Donde los árboles cantan. Porque con La empera­triz yo sabía que quería hacer algo radi­calmente diferente a Memorias de Idhún, de forma que los que leyeron el libro y se decepcionaron porque no era «algo pare­cido a» no hicieron sino confirmarme que había conseguido mi propósito. Y no me importa, la verdad. Porque soy la autora de Memorias de Idhún, pero no solo de Memorias de Idhún. Mi ventaja con res­pecto a otros autores que tienen una saga de éxito es que yo ya tenía mucha obra anterior. Que sé que cada libro es dife­rente y sigue una trayectoria distinta. Así que sobre ese tema estoy muy tranquila. Nunca tuve la intención de escribir solo Memorias de Idhún, porque tengo mu­chas más historias que contar. De hecho, La emperatriz de los etéreos, aunque se vendió mucho al principio por el «efecto Idhún», ha cosechado muchas más críticas positivas años después, sobre todo entre los lectores que se han acercado a la no­vela libres de prejuicios como el que, lo quisieran o no, tenían aquellos que la em­pezaron pensando «esto es lo nuevo de la autora de Memorias de Idhún». Con Don­de los árboles cantan sucedió que la gente lo tomó como una nueva novela después de dos sin publicar nada (que tampoco es exacto, porque entre Alas negras, que sa­lió en 2009, y Donde los árboles cantan, que es del 2011, salieron nada menos que cinco libros de Sara y las Goleadoras), y había mucha expectación. Yo también contribuí a ello, quizá, porque fui infor­mando en Twitter de todos los progresos de la novela; lo hice sobre todo para po­der compartir mi día a día con los lecto­res, pero se generó mucha impaciencia y no terminé de sentirme cómoda con esa situación. Quizá por eso con El Libro de los Portales he sido mucho más discreta. Pero aún me debato entre mi deseo de compartir con mis lectores mi proceso de creación y las expectativas que eso gene­ra. Claro, ellos están impacientes y ner­viosos, y yo no soy de piedra, así que ese nerviosismo terminan por contagiármelo a mí también, porque no puedo hacer nada para acelerar las cosas y, por otro lado, tampoco es bueno que lo haga.

Con respecto a las ventas, creo que eso es problema de algunos editores, res­ponsables de marketing, comerciales y de­más personas que creen que los best se­llers se pueden «fabricar». De hecho, en las reuniones que tuve con editoriales a la hora de ofrecerles una nueva novela post-Idhún siempre fui muy clara: «Que sepáis que esto no va a tener el éxito de Idhún. Ni esto ni nada de lo que yo pueda hacer en el futuro». No sé por qué, lo tenía clarísi­mo. Creo que lo que pasó con Idhún no va a volver a pasarme. Además, esa trilogía es fruto del trabajo de catorce años y de una historia que ha crecido conmigo. No pueden volver a darse esas condiciones. Así que quien quiera publicar un libro mío tendrá que tener muy claro que no le voy a dar «otro Idhún». Y lo mismo va para los lectores: no hay «algo parecido a» Memo­rias de Idhún. Todas mis historias son mías y tienen mi sello, pero cada una es diferen­te. Y creo que es bueno que sea así.