José Antonio Cotrina es el autor de la trilogía El ciclo de la Luna Roja, La canción secreta del mundo y Las fuentes perdidas, entre muchos otras. Ha trabajado en colaboración con la escritora Gabriella Campbell, con quien ha publicado Crónicas del fin, El fin de los sueños y la bilogía El día del dragón, y con Víctor Conde, junto a quien escribió Las puertas del infinito. Con décadas de trayectoria profesional, es uno de los autores más destacados del género fantástico y de terror de nuestro país. Ocho años después, volvemos a entrevistarlo en El Templo y hablamos con él de métodos de publicación, de su recorrido artístico y su última obra, La deriva.
En El Templo somos muy fans de El ciclo de la Luna Roja, como se pudo comprobar en la primera entrevista que te hicimos. Ahora, ocho años después, estás trabajando en una reedición de la trilogía, con nuevas portadas y un cuarto tomo que incluirá Los cuentos de Rocavarancolia y, según has comentado, también algo de contenido inédito. ¿Cómo surgió la idea de reeditar la saga? ¿Qué podemos esperar de estas nuevas ediciones?
El ciclo de la Luna Roja siempre ha estado muy presente en mi cabeza. Es normal si tenemos en cuenta que es mi obra más compleja y la que más tiempo me ha costado escribir. Además, como muchos sabéis, la trayectoria de estos libros fue bastante accidentada, con cambio de editorial incluido. Cuando recuperé los derechos, quise salir de la publicación tradicional y probar algo nuevo. Gabriella Campbell y yo habíamos editado por entregas en Amazon nuestra novela Crónicas del fin y la experiencia había sido realmente positiva. Decidimos que había llegado la hora de ser más ambiciosos, dar un paso al frente, y reeditar la trilogía a la que, como bien decís, se le unirá un nuevo volumen a lo largo del año próximo: El libro de Rocavarancolia.
Los únicos cambios que encontraréis en la reedición son las nuevas cubiertas que mencionáis (espectaculares, obra de la gran Libertad Delgado) y que el texto lleva una nueva corrección. En cuanto al cuarto libro, recogerá todos los relatos que he publicado por mi cuenta a lo largo de los años además de otros textos inéditos en los que estoy trabajando ahora mismo. Estos cuentos ampliarán el universo de Rocavarancolia: no solo echaremos un vistazo al pasado del reino, también acompañaremos a los personajes de la saga más allá del punto en que los dejamos en el último volumen. El libro de Rocavarancolia funcionará como coda a la trilogía original, como epílogo.
Obras como Las fuentes perdidas, La canción secreta del mundo o La casa de la Colina Negra tienen una ambientación complejísima en la que se pueden intuir guiños a otras de tus historias. ¿Es posible que los universos de tus novelas estén conectados como una gran telaraña?
Todas las novelas que mencionas están integradas en un universo común que yo denomino «Entre líneas». Comencé a trabajar en él a finales del siglo pasado (da como vértigo decirlo). Quería crear mi propio mundo, un escenario en el que volcar toda mi imaginación y que se convirtiera en mi terreno de juegos particular. Poco a poco construí una geografía secreta, un mundo de sombras y tinieblas donde tenían cabida el terror, la fantasía y, en menor medida, la ciencia ficción. Cuando tuve el esqueleto esbozado, me froté las manos y comencé a escribir.
Las primeras historias que enclavé allí fueron una versión primitiva de Las fuentes perdidas y Lilith, el juicio de la Gorgona y La sonrisa de Salgari, una novela corta que sigue siendo una de mis obras preferidas. Luego llegaron varios relatos y, después, La casa de la Colina Negra. En un principio, esa novela no iba a formar parte de ese universo, pero, una vez terminada, no tuve más remedio que reconocer que, casi sin querer, se había hecho un hueco allí. Este universo «Entre líneas» fue creciendo en mi imaginación a lo largo de los años hasta que eclosionó definitivamente en La canción secreta del mundo. ¿Habrá más historias ambientadas en ese escenario? Eso espero. Tengo muchas ideas, muchos bocetos de historias, hasta un par de novelas a medio empezar… Si todo va bien, espero regresar pronto allí.
En la (hasta ahora) bilogía El día del dragón, el humor es sin duda el elemento principal, que envuelve incluso los toques siniestros de la historia. Además, está dirigida a un público más infantil que muchas de tus obras. ¿Cómo has abordado este doble cambio de registro?
El cambio principal es de estilo, hay que buscar una manera más limpia y sencilla de contar la historia, no puedes regodearte tanto en la prosa como cuando te diriges a otro público, no puedes complicar el trayecto del lector, hay que ser claro, conciso y entretenido. Eso no significa que el estilo sea descuidado, al contrario, hay que pulirlo todavía más. También está claro que, por sentido común, vas a esquivar situaciones que no tendrías problemas en abordar en la temática adulta o juvenil o, si no esquivar, vas a tratarlas de otra manera.
En cuanto al humor, los que me conocen saben que soy de chascarrillo fácil y de chiste malo a destajo. Hasta en mis historias más oscuras hay espacio para el humor (en su justa medida). Para la bilogía no he tenido ningún problema en eso, lo único que he tenido que hacer es dejar suelta la parte más irracional y delirante de mi mente. Y he disfrutado un montón.
El día del dragón tenía un desenlace que dejaba la puerta abierta y que, finalmente, dio paso a una segunda parte, La noche del espectro. ¿Podremos esperar una tercera, El mediodía del fénix, quizás?
Ojalá. Tanto Gabriella como yo estamos muy contentos con la historia. Lo que sí tenemos claro es que, de ponernos a ello, no será pronto. Escribir El día del dragón y La noche del espectro nos ha llevado bastante más tiempo del que la gente podría imaginar al ver su extensión. Escribir a cuatro manos es complicado, y escribir humor y middle-grade, más complicado todavía, al menos para nosotros. Ahora mismo tenemos otros proyectos en marcha, tanto personales como conjuntos, que exigen toda nuestra dedicación. Pero, como digo, no le cerramos la puerta a esa tercera parte. Estaríamos encantados de escribirla si se presenta la ocasión adecuada.
Todas tus novelas tienen su propio elenco de personajes épicos, desde Denéstor Tul o Esmael hasta condes Nefastísimos con caimanes mascota. ¿Cuál es el proceso que sigues para darles vida?
Huir de los blancos y negros, buscar siempre en la paleta de grises, que es mucho más rica, interesante y divertida. Ahí es donde se ocultan los mejores personajes, los que son contradictorios, los que tienen unas motivaciones comprensibles aunque sean equivocadas; esos personajes, además, son los que más posibilidades tienen de parecer vivos a los ojos del lector. También es muy divertido identificar clichés y usarlos de un modo nuevo o retorciéndolos a tu antojo.
Para mí, la creación de personajes es una de las partes más complicadas a la hora de escribir. Son muchos factores los que hay que tener en cuenta y es difícil acertar. Lo que sí he aprendido en este tiempo es que si logras despertar la empatía del lector, tienes mucho ganado, pero es que eso no es nada sencillo de conseguir.
Eres un autor que ha combinado la publicación tradicional y la autopublicación. ¿Cuáles dirías que son las ventajas y desventajas de cada método? ¿Qué es lo que te hace decantarte por uno y otro a la hora de compartir tus historias?
La mayor ventaja de la publicación tradicional es que cuenta con un arma de la que carece la autopublicación: la distribución. Con ella puedes llegar a una gran cantidad de puntos de venta (que luego te compren o no ya es harina de otro costal). Por el contrario, uno de sus grandes inconvenientes es que el mercado tradicional es efímero, de una voracidad insaciable. La vida media de un libro en la mesa de novedades es cada vez más corta. Ese problema no existe en la autopublicación: el libro siempre está disponible y visible para tu público aunque, eso sí, te tienes que esforzar para guiarlo hasta allí. Otra ventaja de la autopublicación es que tú controlas en todo momento el libro, tú te encargas de la corrección, de la maqueta, de la publicidad, te conviertes en escritor orquesta, con todo lo malo y con todo lo bueno que tiene eso.
Aunque yo aquí hago trampa. Tengo la suerte de haber formado equipo con dos personas de un talento superlativo. En el aspecto gráfico contamos con Libertad Delgado, que es sinónimo de calidad y que sabe vestir los libros como nadie. Y luego está mi compañera para todo: Gabriella Campbell, cuyos conocimientos sobre marketing literario y edición están fuera de toda duda (y por si tenéis alguna, os remito a su blog: https://www.gabriellaliteraria.com/).
Estoy, como quien dice, dando mis primeros pasos en la autopublicación, y no sé qué me deparará el futuro. Mi intención ahora mismo es alternar ambos sistemas. Una vez tenga un texto terminado pensaré muy bien los pros y los contras de editarlo de una manera u otra.
Tus historias se mueven entre la fantasía y la ciencia ficción, pero los toques siniestros siempre están presentes. ¿Cuál crees que es la situación del género de terror dentro de la literatura juvenil actual?
No me considero ningún experto en literatura juvenil actual, así que no creo ser el más indicado para responder a esa pregunta. Eso sí, puedo hablar desde mi experiencia personal y desde mi perspectiva como lector asiduo a las librerías.
Cuando escribo juvenil, el terror es un ingrediente más. Está presente en casi toda mi obra, desde El ciclo de la Luna Roja hasta La canción secreta del mundo. Me da la impresión de que la mayoría de mis colegas usan el terror de la misma forma que yo, como un condimento en sus textos sin que llegue en ningún caso a tomar el papel protagonista. Una excepción notable es el caso de R. L. Stine, que sí parece haber hecho del terror su marca, pero me cuesta encontrar más ejemplos. Y me pregunto el porqué.
El miedo es una de las emociones primarias. Nos encanta que nos asusten, siempre y cuando sea una situación controlada, siempre y cuando tengamos claro que ese miedo, en el fondo, es falso, solo un divertimento. El miedo atrae, y atrae a cualquier edad. Los cuentos infantiles clásicos, por ejemplo, tienen un fuerte componente de terror y tal vez por eso a mí me gustaban tanto de pequeño. Pero para mí en aquel tiempo era complicado acceder a otras historias, el terror parecía algo propio del mundo adulto, quizá porque se suele asociar a la violencia, al derramamiento de sangre, a la muerte (hablo en general, por supuesto que hay obras de terror mucho más sutiles). Quizá por eso aun a día de hoy sea complicado encontrar novelas de terror puro en el mercado juvenil.
No solo publicas individualmente, sino que también tienes novelas escritas a cuatro manos con distintos autores (El día del dragón, La noche del espectro, El fin de los sueños y la saga Crónicas del fin, con Gabriella Campbell; Las puertas del infinito, con Víctor Conde). ¿Cómo cambia tu proceso de escritura al escribir con otra persona?
Cambia por completo, tienes que coordinarte con otro autor con todo lo que eso implica. La creación, que cuando acometes obras individuales es introspectiva, de trabajo interno, pasa a ser exterior y cosa de dos.
De entrada hay que planificar la historia muy bien, ambos autores tienen que tener claro en qué dirección pretenden ir. La preproducción es bastante ardua, son horas y horas de conversaciones continuas, ya sean telefónicas, presenciales o por cualquier medio digital. Y de tomar muchas notas.
Una vez tienes el mapa de la historia listo toca ponerse a escribir. Ahí se pueden dar dos situaciones; en la primera, la estructura de la historia está orientada a facilitar el trabajo y que los autores se puedan dividir fácilmente las tareas, dedicándose uno a una parte y otro a otra. Así fui como escribí con Gabriella El fin de los sueños y con Víctor Las puertas del infinito. En el primer ejemplo teníamos principalmente el punto de vista de dos protagonistas cuyos capítulos se intercalaban: Gabriella se encargaba de uno y yo de otro. En Las puertas del infinito todavía fue más fácil: había dos tramas paralelas que sucedían en diferentes mundos (que luego se entrecruzaban) y, como en el caso anterior, Víctor se encargaba de una y yo de la otra.
La cosa se complica en el segundo de los casos, cuando la estructura de la novela es lineal y los dos tienen que trabajar los mismos textos. Después de muchas probaturas y sistemas, Gabriella y yo estamos trabajando por capas. Uno prepara el borrador del capítulo que toque y el otro escribe sobre ese texto. Después se lo reenvía al primero que de nuevo trabaja sobre lo escrito. Así varias veces. Es laborioso, mucho más que la escritura en solitario, pero también es muy gratificante.
Tu última novela, La deriva, se ambienta en un mundo posapocalíptico donde vemos a un protagonista que va, precisamente, «a la deriva». Además, nos parece también un libro más introspectivo, pausado, y quizá menos fantástico. ¿Cómo surge la idea?
Desde pequeño me han atraído las historias apocalípticas, el fin del mundo siempre me ha resultado muy atractivo: es un escenario, nunca mejor dicho, al límite y por eso da un juego tremendo. Muchos de mis textos están ambientados en mundos en derrumbe. Crónicas del fin y Las puertas del infinito son buenos ejemplos por ello. Y, por supuesto, La deriva. Con ella quise dar una vuelta de tuerca al género, quería narrar la historia del fin del mundo desde el punto de vista de los muertos. De ahí que el protagonista (y buena parte de los personajes del libro) sea un fantasma.
Y sí, es una historia introspectiva y mucho más pausada de lo que acostumbro a escribir. En ella reflexiono sobre la vida y la muerte, sobre la pérdida, sobre la nostalgia, sobre la maldad y la bondad del hombre.
Tienes varias sagas abiertas que podrían tener continuación, una reedición en camino y muchas colaboraciones... ¿hay algo nuevo en el horizonte literario de José Antonio Cotrina?
Ahora mismo tengo dos frentes abiertos. En uno de ellos, Gabriella Campbell y yo vamos a ir publicando poco a poco y por nuestra propia cuenta varias obras, en su mayoría novelas cortas, que tenemos guardadas en el cajón, unas son reediciones, otras, historias inéditas. A lo largo del año que viene vamos a seguir experimentando con la autopublicación y, al mismo tiempo, vamos a intentar hacer crecer nuestro boletín de novedades de género que hemos bautizado como «Lo extraño y lo maravilloso». Desde aquí animamos a vuestros lectores a suscribirse a nuestra lista de correo en el siguiente link.
Eso, como digo, por un lado; por el otro, en la vertiente individual, estoy trabajando en ese cuarto libro de El ciclo de la Luna Roja y, al mismo tiempo, tengo dos novelas en desarrollo. Una de ellas es juvenil y se podría decir que va a ser mi obra más personal hasta la fecha. La otra será una pieza más de ese universo «Entre Líneas» que menciono en la segunda pregunta, una pieza tangencial en este caso, en que el que voy a adentrarme más que nunca en el terror. ¿Podré terminar las tres obras a lo largo del año que viene? Lo veremos.
¡Muchas gracias por responder de nuevo a la llamada de El Templo! Estamos esperando poder echarle el guante a todos esos proyectos.