Como todas las navidades desde hace varios años, los medios de comunicación (a menudo con el beneplácito de las editoriales) insisten en traernos al “nuevo Potter” que han descubierto. La lista de obras que fueron encumbradas como “el libro que sustituirá a Harry Potter” es muy larga ya, y este año le ha tocado a Túneles, de Roderick Gordon y Brian Williams. ¿Y por qué Túneles? Pues porque Barry Cunningham, que fue el primer editor de Rowling, pero que hace ya mucho que se desvinculó de Harry Potter, ha afirmado, más o menos, que Túneles le ha gustado tanto como el primer libro del niño mago, y, cómo no, los medios de comunicación han aireado estas declaraciones con entusiasmo. Pero ¿es Túneles otro Harry Potter? Veamos... ¿Va de magia? No. ¿Han creado sus autores un mundo tan inmenso y repleto de detalles como la maquinaria de un reloj suizo? Bueno, el mundo de Túneles es interesante y está bien retratado, pero no a la manera del mundo mágico de Hogwarts. ¿Posee una amplia galería de personajes secundarios altamente carismáticos? Va a ser que no. ¿Tiene una trama de misterio al más puro estilo Agatha Christie? Noooop. ¿Y ese humor made in Rowling que impregna todas sus obras? Pues tampoco.
En resumen, Túneles se parece a Harry Potter tanto como un huevo a una castaña. Pero ya se sabe que los periodistas leen poca literatura juvenil. Qué le vamos a hacer.
Sin embargo, Túneles es un buen libro y, publicidad gratuita aparte, le hacen un flaco favor comparándolo con Harry Potter, porque los tiros no van por ahí. Cuenta la historia de Will, un muchacho al que le gusta esconderse como un topo en los refugios subterráneos que él mismo cava en busca de tesoros de otras épocas; de su padre, el doctor Burrows, que languidece como conservador de un museo que no visita nunca nadie y sueña con el gran descubrimiento arqueológico que lo hará famoso; y de unos misteriosos hombres de piel pálida, amplios sombreros y gafas oscuras, que huelen a moho y que nadie sabe de dónde han salido... Cuando el doctor Burrows desaparece, Will y su amigo Chester partirán en su busca a través de uno de sus túneles, que los llevará a un lugar extraordinario oculto bajo el subsuelo, hasta las Profundidades y puede que más allá...
La trama está estructurada en tres partes delimitadas por los lugares por donde pasan Will y Chester. Los personajes están muy bien construidos, son creíbles y entrañables, nos identificamos con ellos. La historia engancha y, aunque algunas de las “sorpresas” se ven venir de lejos, el libro no carece de golpes de efecto, de tensión, de acción y de personajes que no son lo que parecen. El mundo subterráneo es muy verosímil y la información que se nos da acerca de él está bien dosificada, aunque al final de la novela todavía quedan preguntas sin resolver... porque resulta que hay al menos una continuación. Esto no se dice en ninguna parte del libro: ni en la contraportada, ni en el título ni al principio. Lo sabemos porque la última página termina con un frustrante “Continuará...”, al que obviamente sólo llegas una vez has leído todo el libro, a menos que seas uno de esos lectores a los que les gusta autodestriparse el final. Así que ya te avisamos desde aquí: aunque lo parezca, no es un libro único y no acaba en la última página. De momento no sabemos nada de la continuación, pero os mantendremos informados desde el Templo.
Y mientras tanto, si te ha gustado Túneles, te recomendamos que te acerques a otras buenas obras de temática similar: por ejemplo, Hoyos, de Louis Sachar, donde encontrarás más adolescentes armados con palas, que cavan y cavan... aunque por obligación. O La ciudad de la oscuridad, de Jeanne Duprau, sobre toda una comunidad que vive en una ciudad subterránea amenazada por un inminente apagón los sumirá en la más completa tiniebla... O, si ya eres un lector avezado, puedes probar con Neverwhere, de Neil Gaiman, otro viaje por un mundo fascinante que casualmente, y como en Túneles, también se extiende bajo el subsuelo de Londres. ¿Qué clase de leyendas urbanas circularán sobre el alcantarillado y la red de metro londinenses para que sean tan recurrentes? Lo que sí queda claro es que la idea de que extraños seres viven bajo nuestros pies no sólo es inquietante, sino que ha inspirado muchas historias interesantes. Que se lo digan, si no, a H.G. Wells (La máquina del tiempo) o Julio Verne (Viaje al centro de la Tierra). O, sin ir más lejos, a nuestro amigo Artemis Fowl.